-Haga algo, cualquier cosa. ¿Cómo le llaman ustedes, las brujas, a eso? Una atadura, un gualicho, lo que sea... Me estoy volviendo loco.
-¿Para qué quieres hacerle una atadura a esa chica?
-Porque necesito estar con ella... Me vuelve loco no poder tenerla. Quiero que esté conmigo... Sueño todas las noches con ella, pienso en ella todo el tiempo. Es una estupidez. Pero estoy obsesionado con ella, con su forma de mirar, de hablar... Quiero que ella se vuelva loca por mí, que no pueda vivir sin mí, que no pare de pensar en mí... Quiero que le pase la mínima parte de lo que me pasa a mí. Que se vuelva loca por mí, sí, eso, del mismo modo en el que yo estoy loco por ella.
-Tranquilo, tranquilo. No tiene sentido lo que me estás pidiendo.
-¿Pero es que usted no entiende? Yo la escucho siempre a usted convocando a María Padilha o como quiera que se llame... Llámela, haga esas cosas que hace usted...
-Pero, querido, yo puedo hacer lo que tú me dices. Puedo llamar a María Padilha, a Iemanjá e incluso, a la mismísima Virgen María, pero las tres me dirían lo mismo...
-¡¿Qué le dirían?! ¿No ve cómo estoy? ¿No ve que estoy desesperado?
-Las tres me dirían, las tres... Las tres me dirían lo mismo, que esa mujer ya está loca por ti... Pero que tiene miedo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario