TUYA ES LA SOLEDAD A MEDIANOCHE
TUYOS LOS ANIMALES SABIOS QUE PUEBLAN TU SUEÑO
EN ESPERA DE LA PALABRA ANTIGUA
TUYO EL AMOR Y SU SONIDO A VIENTO ROTO

martes, 29 de septiembre de 2015

Espiral

Regresé a casa en la madrugada, cayéndome de sueño. Al entrar, todo oscuro. Para no despertar a nadie avancé de puntillas y llegué a la escalera de caracol que conducía a mi cuarto. Apenas puse el pie en el primer escalón dudé de si ésa era mi casa o una casa idéntica a la mía. Y mientras subía temí que otro muchacho, igual a mí, estuviera durmiendo en mi cuarto y acaso soñándome en el acto mismo de subir por la escalera de caracol. Di la última vuelta, abrí la puerta y allí estaba él, o yo, todo iluminado de Luna, sentado en la cama, con los ojos bien abiertos. Nos quedamos un instante mirándonos de hito en hito. Nos sonreímos. Sentí que la sonrisa de él era la que también me pesaba en la boca: como en un espejo, uno de los dos era falaz. «¿Quién sueña con quién?», exclamó uno de nosotros, o quizá ambos simultáneamente. En ese momento oímos ruidos de pasos en la escalera de caracol: de un salto nos metimos uno en otro y así fundidos nos pusimos a soñar al que venía subiendo, que era yo otra vez.

Enrique Anderson Imbert

miércoles, 23 de septiembre de 2015

Márgara y Vanessa

La primera vez que un hombre ve desnuda a Márgara la Bella, queda ciego para siempre. La segunda vez se le caen las cuatro muelas de juicio.
La primera vez que un hombre se acuesta con la Bella Vanessa se le caen las cuatro muelas de juicio, la segunda vez elimina el apéndice por el ombligo, la tercera vez le crecen diez pelos en la planta del pie izquierdo. Pero la cuarta vez le desaparecen para siempre las jaquecas. Hay quien prefiere empezar directamente por la cuarta vez, todo tiene su precio.

Ana María Shua, en "Casa de geishas"

Bodas de diamante

El departamento es chico y los dos viejos están sentados en la oscuridad para ahorrar electricidad. El viejo canturrea para sí mismo una canción sin palabras. La vieja se levanta con esfuerzo. Adónde vas, pregunta él. Al bosque a juntar frutillas, dice ella. Si el piso fuera de tierra, ella escupiría despectivamente a un costado. Ojalá nunca hubiera contestado ninguna de sus preguntas, piensa la vieja, y qué distinta hubiera sido entonces mi vida. (Pero no puede imaginarse otra.) Entonces va a la cocina y de allí al bosque y junta una canasta de frutillas maduras y se las come todas antes de volver a entrar para que él no sepa dónde estuvo.

Ana María Shua, en "Casa de geishas".