TUYA ES LA SOLEDAD A MEDIANOCHE
TUYOS LOS ANIMALES SABIOS QUE PUEBLAN TU SUEÑO
EN ESPERA DE LA PALABRA ANTIGUA
TUYO EL AMOR Y SU SONIDO A VIENTO ROTO

martes, 29 de noviembre de 2011

Es tan poco

Lo que conoces
es tan poco
lo que conoces
de mí
lo que conoces
son mis nubes
son mis silencios
son mis gestos
lo que conoces
es la tristeza
de mi casa vista de afuera
son los postigos de mi tristeza
el llamador de mi tristeza.

Pero no sabes
nada
a lo sumo
piensas a veces
que es tan poco
lo que conozco
de ti
lo que conozco
o sea tus nubes
o tus silencios
o tus gestos
lo que conozco
es la tristeza
de tu casa vista de afuera
son los postigos de tu tristeza
el llamador de tu tristeza.
Pero no llamas.
Pero no llamo.

Mario Benedetti.

Viceversa

Tengo miedo de verte
necesidad de verte
esperanza de verte
desazones de verte

tengo ganas de hallarte
preocupación de hallarte
certidumbre de hallarte
pobres dudas de hallarte

tengo urgencia de oírte
alegría de oírte
buena suerte de oírte
y temores de oírte

o sea
resumiendo
estoy jodido
............................y radiante
quizás más lo primero
que lo segundo
y también
.........................viceversa.

Mario Benedetti.

Sefiní

basta por esta noche cierro
la puerta me pongo
el saco guardo
los papelitos donde
no hago sino hablar de ti
mentir sobre tu paradero
cuerpo que me has de temblar

Juan Gelman

Opiniones

Un hombre deseaba violentamente a una mujer,
a unas cuantas personas no les parecía bien,
un hombre deseaba locamente volar,
a unas cuantas personas les parecía mal,
un hombre deseaba ardientemente la Revolución
y contra la opinión de la gendarmería
trepó sobre muros secos de lo debido,
abrió el pecho y sacándose
los alrededores de su corazón,
agitaba violentamente a una mujer,
volaba locamente por el techo del mundo
y los pueblos ardían, las banderas.

Juan Gelman

Bienvenida (fragmento)

tu rostro es la vanguardia
tal vez llega primero
porque lo pinto en las paredes
con trazos invisibles y seguros

no olvides que tu rostro
me mira como pueblo
sonríe y rabia y canta
como pueblo
y eso te da una lumbre
.....................................................inapagable

Mario Benedetti
¡Maldición!

lunes, 28 de noviembre de 2011

Invitala de vuelta. Invitala, dale... Dale, ella es retorcida, sí. Pero, quiere, quiere, es un desastre, pero ya no le quedan muchas excusas, no demasiadas (le quedan un par igual, pero ya va a aflojar). No sabés cuántas veces me dijo que estaba arrepentida de decirte que no, pero que no sabe decir que sí. Se pasó la vida diciendo que no, y ya lo sistematizó, lo automatizó (así se dice, creo), tanto que no sabe decir que sí, ya te lo dije, no sabe, pobre. Y yo le dije, varias veces, incontables veces ya, que no se escape, que no sea tonta, que vale la pena pero no quiere, no quiere, se enoja, no sé por qué, ya me tiene cansada, pero es así. Llora a veces, en realidad, se le escapan algunas lágrimas, después me inventa que se le metió una basurita en el ojo pero es mentira, yo sé que es mentira. Ella se quiere mostrar dura, no era así antes, antes era bien dulce, pero después no sé que le pasó, se volvió así distante, fría. Ella lo sabe pero ahora no sabe como volver a lo anterior, a lo más primitivo de ella. A veces la quiero mandar a la mierda, la veo sufrir tanto y no hace nada, no sé, me da la impresión de que le gusta sufrir... Sí, te tiene que gustar sufrir, pero ella dice mil veces que no, que no le gusta, pero que no sabe cómo disfrutar, eso le pasa, que no sabe cómo disfrutar. Yo no la entiendo, disfrutar te sale solo, pero será que la hicieron al revés, que tiene más facilidad para sufrir que para disfrutar. Igual no la entiendo, es muy boluda. Mucho. Me da risa, bah, no, no me da risa, no me gusta verla así pero ella, no sé, no sé qué le pasa. Ya sé, te tiré mil razones de por qué es así y ninguna es coherente, ya lo sé pero bueno, es lo que ella dice, ¿no? Me parece que hay que secuestrarla, eso sí me da risa. Secuestrarla... Sí, obligarla un poco... Voy a pensar en eso. Vos pensá todo esto que te dije, que no sirve de nada pero bueno, es lo que hay.

domingo, 27 de noviembre de 2011

Colores

Estaba encerrada. Gris. Y la oscuridad se cernía sobre ella como una verdad innegable. Cada resquicio de la habitación rezumaba odio, rencor, miedo (demasiado)  y otras cosas que no se atrevía a definir.
Sin embargo, toda ella era color, porque no hubo nada, nada que le quite su hermosa voz. Cantaba. Un día, melodías de amores lejanos. Otro día, la invadían canciones tristes que reemplazaban las lágrimas de las que ya ni siquiera conocía su significado. A veces, tímidamente, ensayaba unos pequeños pasos de baile. Los días de sol, las canciones tontas retumbaban en su garganta. Los días de lluvia, solo canciones sobre amores demasiado puros...
Él... Lo peor de todo era que él la amaba, realmente la amaba, pero ella estaba encerrada, estaba allí, en ese lugar de donde él no podía sacarla porque no sabía cómo hacerlo.
Había conocido sus colores y la visión de ellos casi lo enloquece. Ella, hace años ya, lo sumergió en el éxtasis más puro y él, cayó definitivamente en su trampa. Pero, ahora, otra vez ella había caído en ese lugar frío, gris... Él estaba desesperado porque allí no podía verla. Y esa oscuridad, esa asquerosa cosa gris lo estaba invadiendo a él también.
Y así pasaban los días para ella. Hace un tiempo, alguien había conocido la magia de sus colores pero ella tuvo miedo: miedo de exponerse a él y hacerle perder la cordura.
Aunque ahora ya era tarde. O quizá no, pero ¿cómo escapar?

Los formales y el frío

Quién iba a prever que el amor...........ese informal
se dedicara.........a ellos tan formales

mientras almorzaban por primera vez
ella muy lenta y él no tanto
y hablaban con sospechosa objetividad
de grandes temas en dos volúmenes
su sonrisa..........la de ella
era como un augurio o una fábula
su mirada..........la de él..............tomaba nota
de cómo eran sus ojos...........los de ella
pero sus palabras.........las de él
no se enteraban de esa dulce encuesta

como siempre...........o como casi siempre
la política condujo a la cultura
así que por la noche concurrieron al teatro
sin tocarse una uña o un ojal
ni siquiera una hebilla o una manga
y como a la salida hacía bastante frío
y ella no tenía medias
sólo sandalias por las que asomaban
unos dedos muy blancos e indefensos
fue preciso meterse en un boliche

y ya que el mozo demoraba tanto
ellos optaron por la confidencia
extra seca y sin hielo por favor
cuando llegaron a su casa...........la de ella
ya el frío estaba en sus labios..........los de él
de modo que ella.............fábula y augurio
le dio refugio y café instantáneos

una hora apenas de biografía y nostalgias
hasta que al fin sobrevino un silencio
como se sabe en estos casos es bravo
decir algo que realmente no sobre

él probó...............sólo falta que me quede a dormir
y ella probó............por qué no te quedas
y él...........no me lo digas dos veces
y ella.............bueno por qué no te quedas
de manera que él se quedó...........en principio
a besar sin usura sus pies fríos............los de ella
después ella besó sus labios.............los de él
que a esa altura ya no estaban tan fríos
y sucesivamente así
...............................................mientras los grandes temas
dormían el sueño que ellos no durmieron.


Mario Benedetti,
en Poemas de Otros (1973)

Ocasión especial

Tenía solo dieciocho años. Se miró al espejo y se vio fea (aunque, en realidad, no lo era). Decidió que debía arreglarse... Ese iba a ser un día para recordar, sucedería un acontecimiento especial y nadie debía verla así de fea.
Encendió la radio. Música clásica, el Réquiem de Mozart (perfecto para la ocasión). Subió el volumen.
Se bañó. Estuvo casi una hora sumergida en la bañera y utilizó un jabón con aroma a vainilla. Luego se secó cuidadosamente y envolvió su cuerpo con la toalla. Se fue a su cuarto.Mientras tanto, en la radio sonaba la Sonata Claro de Luna de Beethoven.
Se puso un conjunto de lencería que nunca había usado, se lo había regalado un amor lejano ya, en estos momentos. Se dio cuenta de que se adaptaba perfectamente a su delicada silueta.
Luego se sentó y se pintó las uñas de los pies de un estridente color rojo sangre. Hizo lo mismo con las uñas de sus manos.
Se puso un vestido negro con aires románticos. Buscó unos zapatos que combinaran con ese vestido (al que tampoco había usado nunca), pero no encontró ningún par que la convenciera, así que simplemente decidió quedarse descalza.
Peinó su largo pelo lacio y luego lo secó con el secador.
Se miró al espejo nuevamente. Ahora se veía mucho mejor pero decidió que debía maquillarse. Delineó con cuidado sus ojos grises (sí, grises) y luego sombreó sus párpados con una sombra gris oscura.
Pintó sus labios de un furioso color rojo sangre (al igual que sus manos). Le pareció que era suficiente.
Se puso un perfume con notas de jazmín y se embriagó con su aroma. Adoraba los jazmines.
Se colocó un collar que le había regalado su madre a los quince años. Un hermoso collar, por cierto, con un costoso rubí que contrastaba con su piel pálida. Siempre lo había tenido guardado. Había llegado el momento de usarlo...
Por tercera vez se miró al espejo. Estaba tremendamente bella, como nunca antes. No le gustaba dedicarle tiempo a su estética.
La música clásica había comenzado a aburrirla. Quiso escuchar algo de Angizia, una banda con aires de circo y cabaret. Busco un cd de esta banda y mientras su cuarto se inundaba de música, fue a buscar una navaja que le había regalado su padre cuando cumplió quince años, (¿qué tenía la gente con esa edad? Para ella, el día de sus quince años había sido como cualquier otro, pero a sus padres les parecía especial).
Se acostó en su cama con la navaja entre sus manos. Probó el filo con su dedo índice. Bien filosa. Luego, con un movimiento lento y muy medido se cortó una de sus muñecas. La sangre comenzó a manar y una sonrisa inundó su rostro. Realizó un corte, esta vez menos profundo, en la otra muñeca. La sangre se desperdigó por su mano y luego por la cama en igual medida.
Sentía como la vida, literalmente, escapaba por sus venas. Felicidad pura. Por primera vez en su vida se sintió dueña de sí misma...
Pasó una hora. Llegaron sus padres y la encontraron muerta, pero más hermosa que nunca.
La madre vio el collar con el rubí y el padre, la navaja ensangrentada; como en un mudo homenaje (o quizás, reproche) hacia ellos dos. Se abrazaron. Las palabras sobraban.

sábado, 26 de noviembre de 2011

Recordarte en  aromas, sumergirme en vos.

El fantasma de Manhattan (fragmento)

Una vez pensé que eras un fantasma verdadero, mi ángel de la Música invisible. Más tarde averigüé la verdad, que eras un hombre en todos los sentidos. Entonces, llegué a temerte, a temer tu poder, tu ira a veces salvaje, tu genio; pero ese miedo, iba acompañado de una fascinación compulsiva, como la que experimenta un conejo ante una cobra.

Frederick Forsyth.

Entrevista con el vampiro (fragmento)

Gimió cuando le abrí la carne y entró en mí esa corriente cálida, con sus pechos aplastados contra mí, su cuerpo arqueado, indefenso, en el sofá. Y pude ver sus ojos incluso cuando cerré los míos, ver su boca provocativa, anhelante. La abracé con fuerza, levantándola, y sentí que se debilitaba, que las manos se le caían a los costados.

Anne Rice.

La zona muerta (fragmento)

-Sabes, pienso muchísimo en ti, Sarah.- Su tono era casi despreocupado, pero solo casi. El corazón de ella se aplacó un poco y después latió más deprisa unas doce veces.
-¿De veras? 
-Sospecho que este fulano Dan te hizo sufrir, ¿no es cierto?
-No sé qué fue lo que me hizo- contestó Sarah sinceramente. (...)
Johnny adoptó un talante pensativo.
-Yo no querría hacerte sufrir- dijo, finalmente.
-Lo sé. Pero Johnny... Démosle tiempo al tiempo.
-Sí. -respondió él-. Tiempo. Supongo que es algo que no nos falta.

Stephen King.

La dama de la cabeza de pescado (fragmento)

Eran visiones húmedas y pegajosas, torrentes de dulzonas aguas fluviales llenas de peces extraños que la rodeaban cuando ella, a su pesar, se sumergía en la corriente. Peces malignos que la rozaban con gélidas viscosidades, la envolvían en flemas repulsivas, la inmovilizaban con secreciones babosas. Un bagre con bigotes como larguísimos y ondulantes filamentos de moco, boca erizada de dientes feroces y redondos ojos implacables parecía el rey; los demás se apartaban cuando surgía de las profundidades y enfilaba, rígido venablo de escamas glutinosas, hacia el hueco más secreto del cuerpo femenino.
Entonces ella despertaba en medio de la náusea, apenas contenido el vómito, estremecida y sudorosa.

En  10 Fantasmas de Buenos Aires,  Eduardo Gudiño Kieffer.

La decapitada (fragmento)

En ocasiones se pasaba horas y horas en las grandes bibliotecas parisinas, esas catacumbas de autores muertos, buscando entre multitudes de libros polvorientos algún material propicio para saciar sus enfermizos deseos. Era, en cierta manera, un vampiro literario que nutría su hambre en el pudridero de la literatura corrompida.

Washington Irving.

El bajel de las vaginas voraginosas (fragmento)

Y con la excusa de enseñarme el bodegón, la muy guarra se me arrima. Se me echa tan encima que me mareo. Me marean sus pezones erectos bajo el vestido, la cintura de avispa, la pierna con media negra, la pierna con media negra y liga roja que se deja ver por esa raja del vestido que le llega casi hasta el ombligo. Me marean sus morros rojos, su perfume rojo, el corazón rojo que lleva estampado en las bragas.

Josep Bras.

viernes, 25 de noviembre de 2011

Anoche volví a soñarte. Esto ya es un desastre completo.
Jodidas ganas de verte, pero sé que voy a terminar huyendo.

jueves, 24 de noviembre de 2011

Todo esto es tu culpa.
Ahora estás rondando mis sueños y no puedo arrancarte de allí.

miércoles, 23 de noviembre de 2011

II.

Pero a ti quiero mirarte hasta que tu rostro se aleje de mi miedo como un pájaro del borde filoso de la noche.
Alejandra Pizarnik.
Suponiendo que me viese llorar y me estrechara contra su pecho, mi persona quedaría extinguida.
Alejandra Pizarnik.

Los árboles mueren de pie (fragmento)

Una mujer terminada antes de empezar. Había apagado la luz y sin embargo cerré los ojos. De repente sentí como una pedrada en  los cristales y algo cayó dentro de la habitación. Encendí temblando... Era un ramo de rosas rojas, y un papel con una sola palabra: "¡Mañana!" ¿De dónde me venía aquel mensaje? ¿Quién fue capaz de encontrar entre tantas palabras inútiles la única que podía salvarme? "Mañana". Lo único que sentí es que ya no podía dormir esa noche sin saberlo. Y me dormí con la lámpara encendida, abrazada a mis rosas, ¡mías!, las primeras que recibía en toda mi vida... Y con aquella palabra buena calándome como otra lluvia: "¡Mañana, mañana, mañana...!
Alejandro Casona.

¿Mañana?

La sirena varada (fragmento)

¿Pero no ves que yo sufro también? Te quise al principio porque parecías un sueño, y ahora me da miedo pensar que de verdad no seas más que un sueño y que te desvanezca la luz. Y es que te quiero... ¡Te quiero como no me imaginaba capaz de querer a nadie, con toda la fuerza de mis entrañas! Pero ¿quién eres?, ¿cómo eres de verdad?
Alejandro Casona.

Cajita de cristal que comienza a inundarse.

martes, 22 de noviembre de 2011

La rebelión consiste en mirar una rosa hasta pulverizarse los ojos (moriría si alguien me susurrara eso al oído).

Roger Taylor




Un hombre que me enloquece.

10 cosas

  • Muñecas
  • Cachivaches
  • Maldiciones
  • Afrodisíacos
  • Hierbas poderosas
  • Maravillas
  • Unicornios
  • Cinta roja
  • Velas
  • Palabras

Besos brujos (fragmento)

-¿Me enseñarás a bailar el tango? -dijo en castellano pero con un acento extraño que Rosendo no pudo identificar. Ni tano ni franchute, más bien ruso.
-¿Así, sin música? -dudó él.
-¡Oh, eso! -ella hizo un amplio ademán con la derecha y de inmediato todas las frondas de la plaza empezaron a modular El choclo.
Rosendo la tomó en sus brazos, la capa los envolvió a ambos, más sombra entre las sombras. Ella se amoldó al cuerpo masculino, se adhirió a él voluptuosamente. Ni un tropiezo, ni una vacilación. Era una bailarina consumada.
-¿Quién sos? -preguntó Rosendo.
-No lo preguntes. Baila, baila, no pienses, espera...
No tuvo que esperar mucho; ella giró el rostro con violencia para mordisquear levemente la boca masculina, luego la abrió con su propia lengua húmeda, tibia, salada. Con un movimiento imprevisto apartó la chalina blanca y puso sus labios en el cuello de Rosendo. Dos colmillos agudísimos y lacerantes se clavaron allí. Rosendo no pudo contenerse, el orgasmo llegó sin que él mismo lo deseara. Tan pronto. Tan indiscreto. Tan vergonzoso.
-Ay, acabé...- atinó a murmurar, abochornado.
-¿Acabaste? Pues sí: acabas de empezar a ser un vampiro... Con mi beso brujo te he regalado una nocturna vida eterna.

En 10 Fantasmas de Buenos Aires, Eduardo Gudiño Kieffer.
Tekhitza había aprendido muchos hechizos con los pájaros. Los mandaba a volar sobre el lecho de los hombres que quería amar, los hacía cantar durante la noche para alejar a sus enemigos y los mandaba a espiar los secretos prohibidos de los duendes.
A cambio, los pájaros la retuvieron en el bosque para siempre, hasta que ella misma olvidó que era humana y anidó en lo alto de un roble.

En Cuaderno de sueños de Ciruelo, Ciruelo Cabral.

lunes, 21 de noviembre de 2011

No quiero que seas mi cable a tierra, quiero que seas mi cable al cielo.
Yo no quiero aferrarme al piso, deseo volar (con vos o sin vos, aunque es mejor si volamos juntos).
Quiero viajar en el corazón de un pájaro negro.
Y me atrapás, me encadenás (tanto, tanto que me dan más ganas de escapar).
Pero no quiero irme, y tampoco quiero que me presiones con lo mismo.
Ahora simplemente NO puedo, no puedo. Juro que lo intento, pero no puedo.
Y vos seguís con lo mismo, y yo quiero, pero ahora no, ahora no.
Paciencia tuya necesito. Eso solamente.
Paciencia. Un poco nomás (o un poco más).
Y lentitud, claro. Mucha Lentitud.
(¿Te dije que me fascinás?)

domingo, 20 de noviembre de 2011

Sumergida en el fuego,
y forjada en la piedra,
no hay dolor que pueda
traspasar los dibujos
de tu piel y detenerte,
Chacmool.
Con el único fin de ver
tu adiestramiento
pido permiso al volcán
que te da amparo.

En Cuaderno de Viajes de Ciruelo, Ciruelo Cabral.
Dibujé a una muchacha delgada, de frágil apariencia
pero con poderes ocultos. Le di la habilidad de invocar
a los pájaros y la protegí con un ejército de insectos.
Le di una madre y un cántaro de agua.
Aún le tengo que dar una misión, y no sé cuál...
está tan silenciosa, tan desnuda...

En Cuaderno de sueños de Ciruelo, Ciruelo Cabral.

sábado, 19 de noviembre de 2011

Tranquila como las bestiales tormentas.

Capítulo 68

Apenas él le amalaba el noema, a ella se le agolpaba el clémiso y caían en hidromurias, en salvajes ambonios, en sustalos exasperantes. Cada vez que él procuraba relamar las incopelusas, se enredaba en un grimado quejumbroso y tenía que envulsionarse de cara al nóvalo, sintiendo cómo poco a poco las arnillas se espejunaban, se iban apeltronando, reduplimiendo, hasta quedar tendido como el trimalciato de ergomanina al que se le han dejado caer unas fílulas de cariaconcia. Y sin embargo era apenas el principio, porque en un momento dado ella se tordulaba los hurgalios, consintiendo en que él aproximara suavemente su orfelunios. Apenas se entreplumaban, algo como un ulucordio los encrestoriaba, los extrayuxtaba y paramovía, de pronto era el clinón, las esterfurosa convulcante de las mátricas, la jadehollante embocapluvia del orgumio, los esproemios del merpasmo en una sobrehumítica agopausa. ¡Evohé! ¡Evohé! Volposados en la cresta del murelio, se sentía balparamar, perlinos y márulos. Temblaba el troc, se vencían las marioplumas, y todo se resolviraba en un profundo pínice, en niolamas de argutendidas gasas, en carinias casi crueles que los ordopenaban hasta el límite de las gunfias.

Julio Cortázar, en Rayuela.

Canto 5 (fragmento)

He visto durante toda mi vida, sin encontrar una sola excepción, a los seres humanos de hombros estrechos ejecutar actos estúpidos y numerosos,embrutecer a sus semejantes, y pervertir a las almas por todos los medios. Justifican sus acciones con un nombre: la gloria. Al presenciar tales espectáculos quise reír como los otros; pero ello, imitación extraña, no fue posible. Tomé un cuchillo cuya hoja tenía un filo muy agudo, y hendí mi carne en los sitios donde se unen los labios. Por un instante creí haber logrado mi objeto. Contemplé en un espejo esa boca lacerada por mi propia voluntad. ¡Qué equivocación! La sangre que manaba profusamente de las dos heridas impedía, por otra parte, distinguir si realmente se trataba de la risa de los otros. Pero al cabo de algunos instantes de comparación, comprobé que mi risa no se parecía a la de los humanos, más bien dicho, que yo no reía.

Isidore Ducasse, en Los cantos de Maldoror.

viernes, 18 de noviembre de 2011

La casa de las palabras

A la casa de las palabras, soñó Helena Villagra, acudían los poetas. Las palabras, guardadas en viejos frascos de cristal, esperaban a los poetas y se les ofrecían, locas de ganas de ser elegidas: ellas rogaban a los poetas que las miraran, que las olieran, que las tocaran, que las lamieran. Los poetas abrían los frascos, probaban palabras con el dedo y entonces se relamían o fruncían la nariz. Los poetas andaban en busca de palabras que no conocían, y también buscaban palabras que conocían y habían perdido.
En la casa de las palabras había una mesa de los colores. En grandes fuentes se ofrecían los colores y cada poeta se servía del color que le hacía falta: amarillo limón o amarillo sol, azul de mar o de humo, rojo lacre, rojo sangre, rojo vino...

Eduardo Galeano

Aproximaciones (fragmento)

¿Por qué escribo?
Por qué sollozo en madrugada
Por qué de pronto este sabor a canto de cisne
Esta espuma verde acumulada en la garganta

Mi corazón es absurdo como una máscara en la lluvia
El espanto lo asemeja al mar
Mi cuerpo es una invasión de tambores en el silencio de la noche

Por qué estas noches como un oasis para brujas
Por qué esta conjuración de ausencias
Este secuestro de la hija del viento

Me rodea en la noche una logia exterminadora
te llamo y no vienes
Te amo y no vienes

Por qué viniste como el relámpago 
y me dejaste sola en lo devastado


Si escucharas mi rumor a celda minúscula
poblada de agonizantes
mi jadeo de asfixiada

Si de pronto me vieras en la orilla del despertar,
cantante enmudecida en la cima de su asombro
Si me vieras atada a tu rostro

Alejandra Pizarnik

jueves, 17 de noviembre de 2011

ATeRRadíSIMa.

Mejor que arder (fragmento)

Era alta, fuerte, con mucho cabello. La madre Clara tenía bozo oscuro y ojos profundos, negros.
Había entrado en el convento por imposición de la familia: querían verla amparada en el seno de Dios. Obedeció.
Cumplía sus obligaciones sin reclamar. Las obligaciones eran muchas. Y estaban los rezos. Rezaba con fervor.
Y se confesaba todos los días. Todos los días recibía la hostia blanca que se deshacía en la boca.
Pero empezó a cansarse de vivir sólo entre mujeres. Mujeres, mujeres, mujeres. Escogió a una amiga como confidente. Le dijo que no aguantaba más. La amiga le aconsejó:
-Mortifica el cuerpo.
Comenzó a dormir en la losa fría. Y se fustigaba con el cilicio. De nada servía. Le daban fuertes gripas, quedaba toda arañada.
Se confesó con el padre. Él le mandó que siguiera mortificándose. Ella continuó.
Pero a la hora en que el padre le tocaba la boca para darle la hostia se tenía que controlar para no morder la mano del padre. Éste percibía, pero nada decía. Había entre ambos un pacto mudo. Ambos se mortificaban.
No podía ver más el cuerpo casi desnudo de Cristo.
La madre Clara era hija de portugueses y, secretamente, se rasuraba las piernas velludas. Si supieran, ay de ella. Le contó al padre. Se quedó pálido. Imaginó que sus piernas debían ser fuertes, bien torneadas.
Un día, a la hora de almuerzo, empezó a llorar. No le explicó la razón a nadie. Ni ella sabía por qué lloraba.

Clarice Lispector.
Como animalito acorralado...

Como pajarito con alas atadas.

Memorias secretas de una cantante (fragmento)

Se llamaba Franz, tenía veinte años, y aunque no guapo conservaba esa pulcritud y distinción propia de los educados en un Instituto religioso. Como era el único hombre joven que frecuentaba nuestra casa, no se extrañará que entre los dos se estableciese enseguida la cordialidad más perfecta. No obstante, noté desde un principio como huía, embarazado y tímido, mis alocadas impetuosidades, y cómo, a pesar de agradarle en el fondo, mostraba un gracioso temor ante mis excitantes insinuaciones peligrosas. Por todo lo cual -ya conoce usted mi carácter- me propuse enamorarlo de veras y hasta violarle si fuera preciso.
Ahora comprendo la crueldad de los juegos impuestos por mí en práctica entonces, cuando en realidad no era amor ni pasión lo que me impulsaba. Era sencillamente el malsano deseo de ir un poco más allá en mis inquietudes y experiencias. Ni más ni menos.

Wihelmine Schraeder- Devrient.

Bruja (fragmento)

La juventud de Paula había sido triste y silenciosa, como ocurre en los pueblos a toda muchacha que prefiera la lectura a los paseos por la plaza, desdeñe pretendientes regulares y se someta al espacio de una casa como suficiente dimensión de vida. Por eso, al apartar ahora los ojos claros del tejido -un pullover gris simplísimo-, se acentúa en su rostro la sombría conformidad del que alcanza la paz a través del moderado razonamiento y no con el alegre desorden de una existencia total. Es una muchacha triste, buena, sola. Tiene veinticinco años, terrores nocturnos, algo de melancolía. Toca Schumann en el piano y a veces Mendelssohn; no canta nunca pero su madre, muerta ya, recordaba antaño haberla oído silbar quedamente cuando tenía quince años, por las tardes.

Julio Cortázar.

miércoles, 16 de noviembre de 2011

Otra

Quiero que seas otra dentro de mí.
Otra, diferente de él.
Otra. Distinta.
Por David Ho.
¿Y si NO quiero? ¿Si simplemente NO QUIERO?

¿Y si LO quiero?
viajera de corazón de pájaro negro
tuya es la soledad a medianoche
tuyos los animales sabios que pueblan tu sueño
en espera de la palabra antigua
tuyo el amor y su sonido a viento roto

Alejandra Pizarnik