Gimió cuando le abrí la carne y entró en mí esa corriente cálida, con sus pechos aplastados contra mí, su cuerpo arqueado, indefenso, en el sofá. Y pude ver sus ojos incluso cuando cerré los míos, ver su boca provocativa, anhelante. La abracé con fuerza, levantándola, y sentí que se debilitaba, que las manos se le caían a los costados.
Anne Rice.
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