Tekhitza había aprendido muchos hechizos con los pájaros. Los mandaba a volar sobre el lecho de los hombres que quería amar, los hacía cantar durante la noche para alejar a sus enemigos y los mandaba a espiar los secretos prohibidos de los duendes.
A cambio, los pájaros la retuvieron en el bosque para siempre, hasta que ella misma olvidó que era humana y anidó en lo alto de un roble.
En Cuaderno de sueños de Ciruelo, Ciruelo Cabral.
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