Eran visiones húmedas y pegajosas, torrentes de dulzonas aguas fluviales llenas de peces extraños que la rodeaban cuando ella, a su pesar, se sumergía en la corriente. Peces malignos que la rozaban con gélidas viscosidades, la envolvían en flemas repulsivas, la inmovilizaban con secreciones babosas. Un bagre con bigotes como larguísimos y ondulantes filamentos de moco, boca erizada de dientes feroces y redondos ojos implacables parecía el rey; los demás se apartaban cuando surgía de las profundidades y enfilaba, rígido venablo de escamas glutinosas, hacia el hueco más secreto del cuerpo femenino.
Entonces ella despertaba en medio de la náusea, apenas contenido el vómito, estremecida y sudorosa.
En 10 Fantasmas de Buenos Aires, Eduardo Gudiño Kieffer.
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