TUYA ES LA SOLEDAD A MEDIANOCHE
TUYOS LOS ANIMALES SABIOS QUE PUEBLAN TU SUEÑO
EN ESPERA DE LA PALABRA ANTIGUA
TUYO EL AMOR Y SU SONIDO A VIENTO ROTO

martes, 4 de diciembre de 2012

Regreso

Bajo mis ojos te extendías,
país de dunas -ocres, claras.
El viento en busca de agua se detuvo,
país de fuentes y latidos.
Vasta como la noche,
cabías en la cuenca de mi mano.
Después, el despeñarse inmóvil
adentro afuera de nosotros mismos.
comí tinieblas con los ojos,
bebí el agua del tiempo, bebí noche.
Palpé entonces el cuerpo de una música
oída con la yema de los dedos.
Juntos, barcas oscuras
a la sombra amarradas,
nuestros cuerpos tendidos.
Las almas, desatadas,
lámparas navegantes
sobre el agua nocturna.
Abriste al fin los ojos.
te mirabas mirada por mis ojos
y desde mi mirada te mirabas:
como el fruto en la yerba,
como la piedra en el estanque,
caías en ti misma.
Dentro de mí subía una marea
y con puño impalpable golpeaba
la puerta de tus párpados:
mi muerte, que quería conocerte,
mi muerte, que quería conocerse.
Me enterré en tu mirada.
Fluyen por las llanuras de la noche
nuestros cuerpos: son tiempo que se acaba,
presencia disipada de un abrazo;
pero son infinitos y al tocarlos
nos bañamos en ríos de latidos,
volvemos al perpetuo recomienzo.

Octavio Paz

Bolero

Qué vanidad imaginar
que puedo darte todo, el amor y la dicha,
itinerarios, música, juguetes.
Es cierto que es así:
todo lo mío te lo doy, es cierto,
pero todo lo mío no te basta
como a mí no me basta que me des
todo lo tuyo.

Por eso no seremos nunca
la pareja perfecta, la tarjeta postal,
si no somos capaces de aceptar
que sólo en la aritmética
el dos nace del uno más el uno.

Por ahí un papelito
que solamente dice:

Siempre fuiste mi espejo,
quiero decir que para verme tenía que mirarte.

Julio Cortázar


Un amor más allá del amor...

Un amor más allá del amor,
por encima del rito del vínculo,
más allá del juego siniestro
de la soledad y de la compañía.
Un amor que no necesite regreso,
pero tampoco partida.
Un amor no sometido
a los fogonazos de ir y de volver,
de estar despiertos o dormidos,
de llamar o callar.
Un amor para estar juntos
o para no estarlo
pero también para todas las posiciones
intermedias.
Un amor como abrir los ojos.
Y quizá también como cerrarlos.

Roberto Juarroz

Amor de frutas

Déjame que esparza
manzanas en tu sexo
néctares de mango
carne de fresas;

Tu cuerpo son todas las frutas.


Te abrazo y corren las mandarinas;

te beso y todas las uvas sueltan
el vino oculto de su corazón
sobre mi boca.
Mi lengua siente en tus brazos
el zumo dulce de las naranjas
y en tus piernas el promegranate
esconde sus semillas incitantes.

Déjame que coseche los frutos de agua

que sudan en tus poros:

Mi hombre de limones y duraznos,

dame a beber fuentes de melocotones y bananos
racimos de cerezas.

Tu cuerpo es el paraíso perdido

del que nunca jamás ningún Dios
podrá expulsarme.


Gioconda Belli

miércoles, 3 de octubre de 2012

Te duermes

Te duermes a mi lado.
Caes silenciosamente en ese mundo
donde yo puedo ser alguna remota conocida,
una compañera de banca de parque o la amante
que acabas de dejar para evadirte a esa región donde, mutuamente,
nos privamos de la palabra.

Me conmueve verte dormido, hundido en las sabanas
con el abandono del sueño, enigmáticamente
encerrado en tu cuerpo.

También yo me dormiré y entonces quizás te despiertes
y pienses esto que yo estoy pensando, tal vez
me imaginarás enredada en algún árbol enmarañado
de los que sabes que me encantan y me quieras alcanzar tocándome,
sacándome del mutismo de estación
de radio apagada, volviéndome a traer hacia tu lado,
hacia el amor que nos dio el sueño.

Gioconda Belli

Como gata boca arriba

Te quiero como gata boca arriba,
panza arriba te quiero,
maullando a través de tu mirada,
de este amor-jaula
violento,
lleno de zarpazos
como una noche de luna
y dos gatos enamorados
discutiendo su amor en los tejados,
amándose a gritos y llantos,
a maldiciones, lagrimas y sonrisas
(de esas que hacen temblar el cuerpo de alegría)

Te quiero como gata panza arriba
y me defiendo de huir,
de dejar esta pelea
de callejones y noches sin hablarnos,
este amor que me marea,
que me llena de polen,
de fertilidad
y me anda en el día por la espalda
haciéndome cosquillas.

No me voy, no quiero irme, dejarte,
te busco agazapada
ronroneando,
te busco saliendo detrás del sofá,
brincando sobre tu cama,
pasándote la cola por los ojos,
te busco desperezándome en la alfombra,
poniéndome los anteojos para leer
libros de educación del hogar
y no andar chiflada y saber manejar la casa,
poner la comida,
asear los cuartos,
amarte sin polvo y sin desorden,
amarte organizadamente,
poniéndole orden a este alboroto
de revolución y trabajo y amor
a tiempo y destiempo,
de noche, de madrugada,
en el baño,
riéndonos como gatos mansos,
lamiéndonos la cara como gatos viejos y cansados
a los pies del sofá de leer el periódico.

Te quiero como gata agradecida,
gorda de estar mimada,
te quiero como gata flaca
perseguida y llorona,
te quiero como gata, mi amor,
como gata, Gioconda,
como mujer,
te quiero

Gioconda Belli.

Ahuyentemos el tiempo, amor...

Ahuyentemos el tiempo, amor,
que ya no exista;
esos minutos largos que desfilan pesados
cuando no estás conmigo
y estás en todas partes
sin estar pero estando.
Me dolés en el cuerpo,
me acariciás el pelo
y no estás
y estás cerca,
te siento levantarte
desde el aire llenarme
pero estoy sola, amor,
y este estarte viendo
sin que estés,
me hace sentirme a veces
como una leona herida,
me retuerzo
doy vueltas
te busco
y no estás
y estás
allí
tan cerca.

Gioconda Belli

Reglas de juego para los hombres que quieran amar a mujeres mujeres


I
El hombre que me ame
deberá saber descorrer las cortinas de la piel,
encontrar la profundidad de mis ojos
y conocer lo que anida en mí,
la golondrina transparente de la ternura.

II
El hombre que me ame
no querrá poseerme como una mercancía,
ni exhibirme como un trofeo de caza,
sabrá estar a mi lado
con el mismo amor
conque yo estaré al lado suyo.

III
El amor del hombre que me ame
será fuerte como los árboles de ceibo,
protector y seguro como ellos,
limpio como una mañana de diciembre.

IV
El hombre que me ame
no dudará de mi sonrisa
ni temerá la abundancia de mi pelo,
respetará la tristeza, el silencio
y con caricias tocará mi vientre como guitarra
para que brote música y alegría
desde el fondo de mi cuerpo.

V
El hombre que me ame
podrá encontrar en mí
la hamaca donde descansar
el pesado fardo de sus preocupaciones,
la amiga con quien compartir sus íntimos secretos,
el lago donde flotar
sin miedo de que el ancla del compromiso
le impida volar cuando se le ocurra ser pájaro.

VI
El hombre que me ame
hará poesía con su vida,
construyendo cada día
con la mirada puesta en el futuro.

VII
Por sobre todas las cosas,
el hombre que me ame
deberá amar al pueblo
no como una abstracta palabra
sacada de la manga,
sino como algo real, concreto,
ante quien rendir homenaje con acciones
y dar la vida si es necesario.

VIII
El hombre que me ame
reconocerá mi rostro en la trinchera
rodilla en tierra me amará
mientras los dos disparamos juntos
contra el enemigo.

IX
El amor de mi hombre
no conocerá el miedo a la entrega,
ni temerá descubrirse ante la magia del enamoramiento
en una plaza llena de multitudes.
Podrá gritar -te quiero-
o hacer rótulos en lo alto de los edificios
proclamando su derecho a sentir
el más hermoso y humano de los sentimientos.

X
El amor de mi hombre
no le huirá a las cocinas,
ni a los pañales del hijo,
será como un viento fresco
llevándose entre nubes de sueño y de pasado,
las debilidades que, por siglos, nos mantuvieron separados
como seres de distinta estatura.

XI
El amor de mi hombre
no querrá rotularme y etiquetarme,
me dará aire, espacio,
alimento para crecer y ser mejor,
como una Revolución
que hace de cada día
el comienzo de una nueva victoria.

Gioconda Belli.

Sencillos deseos

Hoy quisiera tus dedos escribiéndome historias en el pelo
y quisiera besos en la espalda
acurrucos
que me dijeras las mas grandes verdades
o las mas grandes mentiras
que me dijeras por ejemplo
que soy la mujer más linda del mundo
que me querés mucho
cosas así
tan sencillas
tan repetidas,
que me delinearas el rostro
y me quedaras viendo a los ojos
como si tu vida entera dependiera de que los míos sonrieran
alborotando todas las gaviotas en la espuma.
Cosas quiero como que andes mi cuerpo
camino arbolado y oloroso,
que seas la primera lluvia del invierno
dejándote caer despacio
y luego en aguacero.
Cosas quiero como una gran ola de ternura
deshaciéndome
un ruido de caracol
un cardumen de peces en la boca
algo de eso
frágil y desnudo
como una flor a punto de entregarse a la primera luz de la
mañana
o simplemente una semilla, un árbol
un poco de hierba
una caricia que me haga olvidar
el paso del tiempo
la guerra
los peligros de la muerte.

Gioconda Belli.

martes, 18 de septiembre de 2012

(...)
-¿En qué pensás, Martín?
-¿Eh?
-Estás en la luna.
-No, en la selva. Mí Tarzán, tú Jane.
-¿Jugamos?
-Yes. Mí ser hombre mono salvaje y noble de la jungla. Tú Jane, mujer blanca.
-No.
-¿No querer jugar conmigo? Entonces Martín llorar lágrimas de sangre, sniff.
-Jugar sí. No querer ser Jane.
-¿Por qué? Jane buena, hermosa y norteamericana.
-Por eso. No querer ser buena, hermosa y norteamericana como Jane. No querer andar siempre con ropa. Mí querer ser perversa pagana ojos verdes largas uñas coloradas...
-... y sin ropa.
-Claro. Mí ser La, Suma Sacerdotisa de Opar. ¿Estar de acuerdo, Tarzán?
- Sípi.
-Buepenopo.
-¿Mí salvarte de tarmangani libidinoso?
-Nopo. Tú prisionero de Opar y víctima del sacrificio.
-Jad-Bal-Ja venir pronto y salvar a Tarzán.
-Jad-Bal-Ja estar en otro tomo. En este solo Tarzán y La. Cama ser el altar. Yo tener que sacar tu corazón con cuchillo de obsidiana.
-Obsidiana ser azteca, nosotros estar en África.
-Obsidiana importada del teocali de Cholula. Silencio. Tarzán quedar quieto porque estar todo atado.
-Cierto. Esquiusmi, plis. ¿Así?
-Ajá. Tarzán buen muchacho, portarse bien.
-¡Epa! ¿Para qué querer sábana?
-Para hacer túnica de La. Envolver cuerpo: uno, dos, tres, eso es, ya está. ¿Gustarte mucho, Rey de la Selva?
-Gustar mucho, mucho, mucho. Parecer vestido de Manolo Lamarca. ¿Pero no decir que La andar sin ropa?
-Después del sacrificio, cuando alzar corazón caliente de Tarzán a los dioses.
-¿Y entonces por qué sacar mi taparrabos ahora? ¡Despacio, loca!
-Víctima tener que estar toda desnuda entera.
-Víctima cagarse de frío.
-Víctima joderse.
-Suma Sacerdotisa malvada cruel.
-Suma Sacerdotisa prepararse. Caminar lentamente. Haber música sagrada. ¿Escuchar la música sagrada, Tarzán?
-Escuchar gong. ¡Bóóóóiiiing!
-Bien.
-Ahora clavicémbalo.
-No, equivocar épocas. Clavicémbalo ser barroco y nosotros estar en primitiva Africa ruge.
-Perdón. ¿Charango?
-Tampoco. Eso ser folklore.
-¿Bandoneón?
-Eso ser tango. ¡Martín! ¡Estar haciendo trampas! Concentrarse. Escuchar bien. Primero el gong, después...
-...el tam tam. ¡Tam tampatám pan púm!
-Okey. Ahora La, Suma Sacerdotisa de Opar, avanzar lentamente por nave del templo hacia el ara.
-Tarzán sacar músculos para romper ligaduras.
-Todavía no. La cada vez más cerca. Cerca, cerca, cerca. Ahora junto al altar.
-Tarzán contemplar hermosa mujer despiadada. ¡Estirar la mano y arrancar la túnica!
-No importar. La estar en trance. Sacrificio ser todo. Alzar los ojos al cielo, ofrendar el cuchillo, bajar después los ojos y contemplar... ¡Pero Tarzán!
-¿Qué?
-Estar haciendo trampas de nuevo.
-Tarzán no tener la culpa. Ver Suma Sacerdotisa destunicada y sentir cosquillitas allá abajo.
-Su arma ser más poderosa que la mía. Y más linda. ¿Importada como mi cuchillo? ¿Madinusa madininglan madinjapan omadinfrance?
-Industria argentina. De nacimiento. Venir puesta.
-¿Regalo de la mamá de Tarzán? ¡Qué encanto!
-Sí. Aunque no estar seguro si fue Lady Greystoke o Kala. ¡Che, fanática, antropofága, esperá un cachito!
-¿Cómo? ¿No regalar a La, Suma Sacerdotisa de Opar?
-No regalar nada. Recuerdos de mamita no regalarse.
-Tarzán malísimo, antipático, odioso.
-Bueno, entonces prestar un ratito. ¿Sí?
-Sí.
-Dale.
-¿Así?
-Así. Despacito. Así.

Eduardo Gudiño Kieffer, en Guía de pecadores (1972).

martes, 4 de septiembre de 2012

Algún día

Algún día te escribiré un poema que no mencione el aire ni la noche;
un poema que omita los nombres de las flores, que no tenga jazmines o magnolias.
Algún día te escribiré un poema sin pájaros ni fuentes, un poema que eluda el mar
y que no mire a las estrellas.
Algún día te escribiré un poema que se limite a pasar los dedos por tu piel
y que convierta en palabras tu mirada.
Sin comparaciones, sin metáforas, algún día escribiré un poema que huela a ti,
un poema con el ritmo de tus pulsaciones, con la intensidad estrujada de tu abrazo.
Algún día te escribiré un poema, el canto de mi dicha.

Darío Jaramillo Agudelo.
Yo huelo a ti.
Me persigue tu olor, me persigue y me posee.
No es este olor un perfume sobrepuesto sobre ti,
no es el aroma que llevas como una prenda más:
es tu olor más esencial, tu halo único.
Y cuando, ausente, mi vacío te convoca,
una ráfaga de ese aliento me llega del lugar más tierno de la noche.
Yo huelo a ti
y tu olor me impregna después de estar juntos en el lecho,
y ese fino aroma me alimenta,
y ese aliento esencial me sustituye.
Yo huelo a ti.

Darío Jaramillo Agudelo.

martes, 14 de agosto de 2012

Canción del amor prohibido

Sólo tú y yo sabemos lo que ignora la gente
al cambiar un saludo ceremonioso y frío,
porque nadie sospecha que es falso tu desvío,
ni cuánto amor esconde mi gesto indiferente.

Sólo tú y yo sabemos por qué mi boca miente,
relatando la historia de un fugaz amorío;
y tú apenas me escuchas y yo no te sonrío...
Y aún nos arde en los labios algún beso reciente.

Sólo tú y yo sabemos que existe una simiente
germinando en la sombra de este surco vacío,
porque su flor profunda no se ve, ni se siente.

Y así dos orillas tu corazón y el mío,
pues, aunque las separa la corriente de un río,
por debajo del río se unen secretamente.

José Ángel Buesa

martes, 7 de agosto de 2012

La visión

Caminábamos lejos de la noche,
citando versos al azar,
no muy lejos del mar.
Cruzábamos de vez en cuando un coche.

Había un eucalipto, un pino oscuro
y las huellas de un carro
donde el cemento se volvía barro.
Cruzábamos de vez en cuando un muro.

Íbamos a ninguna parte, es cierto,
y estábamos perdidos: no importaba.
La calle nos llevaba
junto a un caballo negro casi muerto.

Era de noche -esto será mentira.
Tal vez, pero en mis versos es verdad-.
Una arcana deidad
casi siempre nocturna que nos mira

vio que nos deteníamos y el día
suspendió sus fanáticos honores,
clausuró sus colores
pues también el caballo nos veía.

No digas que no es cierto: nos miraba.
Con la atónita piedra de sus ojos,
bajo los astros rojos,
nos vio como los dioses que esperaba.

Silvina Ocampo
Porque estos pájaros negros se permiten tomar otros caminos,
se permiten doblar en el cielo.
Es tener el alma como un pájaro.

Poética

Di la verdad.
Di, al menos, tu verdad.
Y después
deja que cualquier cosa ocurra:
que te rompan la página querida,
que te tumben a pedradas la puerta,
que la gente
se amontone delante de tu cuerpo
como si fueras
un prodigio o un muerto.
Heberto Padilla

martes, 24 de julio de 2012

- (Con expresión indiferente) Vengo a buscar a Julio. Tengo que dejarle unas cosas. Ya me voy.
- Esperá.
- ¿Qué? (Le dirige una mirada entre triste y dulce)
- ¿Me extrañás?
- ...Sí. Sí. Siempre... (Silencio) ¿Y vos?
- Sí. Pero con vos es imposible.
- No. No... No digas eso. No es imposible. Tengo miedo simplemente. Pero te quiero. Soy un desastre pero te quiero y también tengo miedo.
- Pero ese es el problema. Yo no sé cómo sacarte ese miedo. No sé cómo llegar a vos.
- ...
- Vení a mi casa hoy.
- No sé.
- Sí. Vení.
- Mmmhh bueno.
- No quiero que tengas miedo. El miedo atrapa. Y yo siempre te quise libre. Siempre te quise. Pero con tu miedo no puedo. Si tenés miedo, es imposible.
- (Grita) ¡Julio! (Y luego en voz baja) Hoy voy. Pero si siento mucho miedo me voy a escapar. No te enojes. A veces no puedo evitarlo.


sábado, 14 de julio de 2012

17

Una mañana de primavera, cerca del mediodía, mientras la madre se iba por los rosales, ella sacó de sí, de la blusa, un... ¡colibrí! que voló enseguida y se puso sobre su cabeza, pero sin posarse, y así iban.
Ella con el pajarillo arriba quedaba como un santo. Le dio por andar algo, con eso dorado y verde, arriba. Hasta cruzó las callejuelas.
Y la vio un hombre y se preguntó:-¿Y esta muchacha bajo un picaflor? Ven que te abrazo. Espanto al pájaro aunque sea bellísimo.
Así se hizo; ella también la abrazó.
Él empezó a hacer una casa al parecer, un cantero, un lecho, plantó alhelíes, porque ella los nombró una vez.
Ella no sabía si corrian años, o cinco minutos breves, larguísimos.
Él le pidió: Ven adentro y baja toda esa ropa.
Caía por fin la pálida ropa blanca al piso.
En eso por una hendidura que allá arriba había quedado abierta, entró el colibrí.
Ella estaba ahí, tendida y desnuda.
El colibrí buscó el pecho, el ombligo, el sexo. Y temblaba y libaba ahí.
               
                                                                                                                  Marosa di Giorgio,
 en Camino de las pedrerías (1997).

sábado, 7 de julio de 2012

El reino endemoniado

De los cuatro puntos cardinales del mundo acudieron cuatro magos convocados por el rey para que pusieran coto a los sucesos extraordinarios que enloquecían a los súbditos y alteraban la estabilidad misma del reino. Antes, debían probar sus poderes.
Fueron al patio, en cuyo centro había una gran higuera. El primer mago cortó una ramitas, las convirtió en huesos y armó un esqueleto. El segundo lo modeló con higos que se convirtieron en músculos. El tercero envolvió todo con una piel de hojas. El cuarto exclamó: "¡Qué viva!"
El animal así creado resultó ser un tigre, que devoró a los cuatro magos.
Probaron así sus poderes, pero lejos de resolver el mal lo empeoraron pues ahora el tigre, que había huido al bosque, solía volver para comerse al primero que encontrara. Los cazadores que partieron en su busca no lo hallaban o sucumbían bajo sus garras.
El rey tenía una hija, famosa por su sonrisa. Sonreía, y desarmaba a todo el mundo. Conmovida por la aflicción de su padre, la princesa, sin avisarle, fue a amansar al tigre con su sonrisa. Esa misma tarde la amansadora princesa y el ya amansado tigre regresaron al palacio; la princesa, adentro, y su sonrisa, en la cara del tigre.

Enrique Anderson Imbert

El hombre de hierro

Había una vez un hombre de hierro. Era fuerte. Sus músculos eran de hierro. Podría hacer cualquier trabajo. Sus piernas eran de hierro, podía caminar incansablemente. Su cabeza era de hierro, podía ser golpeado sin sentirlo. Sus pensamientos era firmes como el hierro. Sus manos eran de hierro, podían tomar con firmeza lo que querían. Su pene era de hierro y siempre estaba erguido. Su corazón también era de hierro, sus sentimientos le pesaban mucho. A veces le resultaban insoportables.
Un día el hombre de hierro se enamoró de una mujer de seda. La mujer de seda tenía la piel casi transparente. Sus ojos, su mirada, eran de seda. Sus manos  de seda podían realizar los más delicados trabajos. Sus pies de seda pisaban sin dejar huella. Sus brazos de seda eran impalpables cuando abrazaban. Su pelo de seda caía como una cascada sobre sus frágiles hombros de seda. Su vagina era un hueco de seda incandescente. Su voz de seda a veces no podía expresar la compleja urdimbre de su corazón de seda.
El hombre de hierro tomó a la mujer de seda entre sus brazos y quedó envuelta en ella. Caminó por el campo, comenzó a llover. Llovió mucho. La mujer de seda quedó empapada, pegada al hombre de hierro. El hombre de hierro seguía caminando con los pies metidos en el barro. Su peso lo hundía, lo hundía cada vez más. Trató de desprenderse de la mujer de seda para que no se hundiera con él. Pero ella estaba anudada a su cuello de hierro. El viento sacudía a la mujer de seda como un jirón lastimado. Cesó la lluvia. El cuerpo de la mujer se desplegó en el aire y comenzó a flamear. Como una bandera, como una llama de color.
Fue una señal para los otros. Pronto llegarían a rescatar al hombre de hierro que ya estaba casi hundido en la tierra.

Gigliola Zecchin de Duhalde (Canela).

jueves, 28 de junio de 2012

Altazor (fragmento)

«Los verdaderos poemas son incendios. La poesía se propaga por todas partes, iluminando sus consumaciones con estremecimientos de placer o de agonía.
»Se debe escribir en una lengua que no sea materna.
»Los cuatro puntos cardinales son tres: el sur y el norte.
»Un poema es una cosa que será.
»Un poema es una cosa que nunca es, pero que debiera ser.
»Un poema es una cosa que nunca ha sido, que nunca podrá ser.
»Huye del sublime externo, si no quieres morir aplastado por el viento.
»Si yo no hiciera al menos una locura por año, me volvería loco.»

Vicente Huidobro.

Detente, sombra de mi bien esquivo...

Detente, sombra de mi bien esquivo,
imagen del hechizo que más quiero,
bella ilusión por quien alegre muero,
dulce ficción por quien penosa vivo.

Si al imán de tus gracias, atractivo,
sirve mi pecho de obediente acero,
¿para qué me enamoras lisonjero
si has de burlarme luego fugitivo?

Mas blasonar no puedes, satisfecho,
de que triunfa de mí tu tiranía:
que aunque dejas burlado el lazo estrecho

que tu forma fantástica ceñía,
poco importa burlar brazos y pecho
si te labra prisión mi fantasía.

Sor Juana Inés de la Cruz.

lunes, 11 de junio de 2012

XIII

Pienso en tu sexo.
Simplificado el corazón, pienso en tu sexo,
ante el hijar maduro del día.
Palpo el botón de dicha, está en sazón.
Y muere un sentimiento antiguo
degenerado en seso.

Pienso en tu sexo, surco más prolífico
y armonioso que el vientre de la sombra,
aunque la muerte concibe y pare
de Dios mismo.
Oh Conciencia,
pienso, si, en el bruto libre
que goza donde quiere, donde puede.

Oh escándalo de miel de los crepúsculos.
Oh estruendo mudo.

¡Odumodneurtse!

César Vallejo,
en Trilce (1922).

domingo, 27 de mayo de 2012

Algún día encontraré una palabra...

Algún día encontraré una palabra
que penetre en tu vientre y lo fecunde,
que se pare en tu seno
como una mano abierta y cerrada al mismo tiempo.

Hallaré una palabra
que detenga tu cuerpo y lo dé vuelta,
que contenga tu cuerpo
y abra tus ojos como un dios sin nubes
y te use tu saliva
y te doble las piernas.
Tú tal vez no la escuches
o tal vez no la comprendas.
No será necesario.
Irá por tu interior como una rueda
recorriéndote al fin de punta a punta,
mujer mía y no mía
y no se detendrá ni cuando mueras.

Roberto Juarroz.

jueves, 17 de mayo de 2012

Como la primavera

Como un ala negra tendí mis cabellos
sobre tus rodillas.
Cerrando los ojos su olor aspiraste
diciéndome luego:
-¿Duermes sobre piedras cubiertas de musgos?
¿Con ramas de sauces te atas las trenzas?
¿Tu almohada es de trébol? ¿Las tienes tan negras
porque acaso en ellas exprimiste un zumo
retinto y espeso de moras silvestres?

¡Qué fresca y extraña fragancia te envuelve!
Hueles a arroyuelos, a tierra y a selvas.
¿Qué perfume usas? Y riendo le dije:
-¡Ninguno, ninguno!
Te amo y soy joven, huelo a primavera.

Este olor que sientes es de carne firme,
de mejillas claras y de sangre nueva.
¡Te quiero y soy joven, por eso es que tengo
las mismas fragancias de la primavera!

Juana de Ibarbourou.

martes, 15 de mayo de 2012

Nunca estoy solo

De veras, nunca estoy solo.
Tan solo estoy triste 
cuando tus ojos 
huyen 
del sitio 
en que debimos 
encontrarnos por la tarde. 

Ahora
se pudre la espera 
debajo del tiempo, 
del tiempo que se ríe 
de mí, gran amador, 
desprovisto de amada 
en búsqueda siempre

Otto René Castillo.

Preguntas

¡Escríbeme qué llevas puesto! ¿Es cálido?
¡Escríbeme en qué duermes! ¿Es también blando?
¡Escríbeme qué aspecto tienes! ¿Sigue siendo el mismo?
¡Escríbeme qué echas de menos! ¿Mi brazo?
¡Escríbeme cómo te va! ¿Te respetan?
¡Escríbeme qué andan haciendo! ¿Tienes bastante valor?
¡Escríbeme qué haces tú! ¿Sigue siendo bueno?
¡Escríbeme en qué piensas! ¿En mí?
¡La verdad es que sólo tengo preguntas para ti!
¡Y espero con ansiedad la respuesta!
Cuando tú estás cansada, nada puedo llevarte.
Si pasas hambre, no puedo darte de comer.
Así que estoy como fuera del mundo,
perdido, como si te hubiese olvidado.

Bertol Brecht.

sábado, 12 de mayo de 2012

Invencibles

Amor, nosotros somos invencibles.

De historia y pueblo estamos hechos.
Pueblo e historia conducen al futuro.

Nada es más invencible que la vida;
su viento infla nuestras velas.

Así triunfarán pueblo, historia y vida
cuando nosotros alcancemos la victoria.

Amanece ya en la lejanía de nuestras manos.
Y la aurora se despierta en nosotros,
porque somos los constructores
de su casa, los defensores de sus luces.

Ven con nosotros que la lucha continúa.
Levanta tu orgullo miliciano, muchacha.

¡Nosotros venceremos, mi dulce compañera!

Otto René Castillo

jueves, 10 de mayo de 2012

No quiero

No quiero
que los besos se paguen
ni la sangre se venda
ni se compre la brisa
ni se alquile el aliento.
No quiero
que el trigo se queme y el pan se escatime.

No quiero
que haya frío en las casas,
que haya miedo en las calles,
que haya rabia en los ojos.

No quiero
que en los labios se encierren mentiras,
que en las arcas se encierren millones,
que en la cárcel se encierre a los buenos.

No quiero
que el labriego trabaje sin agua
que el marino navegue sin brújula,
que en la fábrica no haya azucenas,
que en la mina no vean la aurora,
que en la escuela no ría el maestro.

No quiero
que las madres no tengan perfumes,
que las mozas no tengan amores,
que los padres no tengan tabaco,
que a los niños les pongan los Reyes
camisetas de punto y cuadernos.

No quiero
que la tierra se parta en porciones,
que en el mar se establezcan dominios,
que en el aire se agiten banderas
que en los trajes se pongan señales.

No quiero
que mi hijo desfile,
que los hijos de madre desfilen
con fusil y con muerte en el hombro;
que jamás se disparen fusiles
que jamás se fabriquen fusiles.

No quiero
que me manden Fulano y Mengano,
que me fisgue el vecino de enfrente,
que me pongan carteles y sellos
que decreten lo que es poesía.

No quiero amar en secreto,
llorar en secreto
cantar en secreto.

No quiero
que me tapen la boca
cuando digo NO QUIERO...
Ángela Figuera Aymerich.

Carta al amante

Por recorrer tu piel a pedacitos
olvidé la piel agrietada
de la patria,
dejé de andar por sus caminos,
no llegué hasta sus aldeas,
ignoré el hambre y la violencia,
sumergida en un orgasmo inacabable.
Así me fui volviendo caracol.
Me fui volviendo tortuga,
oculta en las profundidades de su casa.
Vivía inútil, cantando
como la cigarra de la fábula.
Mi casa no tenía puertas ni ventanas.
Monumental, ¡el egoísmo me envolvía
en su crisálida!
Sin embargo, nuestro amor crecía.
Nuestro amor, que ha sido
un diálogo de años.
Un amarnos a besos,
a golpes a mordiscos.

Carmen Matute.

Soneto de tus vísceras

Harto ya de alabar tu piel dorada
tus externas y muchas perfecciones,
canto al jardín azul de tus pulmones
y a tu tráquea elegante y anillada.
Canto a tu masa intestinal rosada,
al bazo, al páncreas, a los epiplones,
al doble filtro gris de tus riñones
y a tu matriz profunda y renovada.
Canto al tuétano dulce de tus huesos,
a la linfa que embebe tus tejidos,
al acre olor orgánico que exhalas.
Quiero gastar tus vísceras a besos,
vivir dentro de ti con mis sentidos...
yo soy un sapo negro con dos alas.

Baldomero Fernández Moreno.

domingo, 6 de mayo de 2012

Lo que pasa

Yo te entregué mi sangre, mis sonidos,
mis manos, mi cabeza,
y lo que es más, mi soledad, la gran señora,
como un día de mayo dulcísimo de otoño,
y lo que es más aún, todo mi olvido
para que lo deshagas y dures en la noche,
en la tormenta, en la desgracia,
y más aún, te di mi muerte,
veré subir tu rostro entre el oleaje de las sombras,
y aún no puedo abarcarte, sigues creciendo
como un fuego,
y me destruyes, me construyes, eres oscura como la luz.

Juan Gelman.

viernes, 4 de mayo de 2012

59

‎-Hacer una bruja.
-Las brujas nacen; no se hacen.
-En el borde del bosque hay una.
-¿Y tuvo maridos? ¿Los tienen las brujas?
-Sí, esta al parecer tuvo varios. Parece que muchísimos. Parece que incontables.
Él quedó alelado.
-¿Su edad?
-Pues, no sé, no tiene edad; es una bruja.
¿Qué edad va a tener? Es bruja.
Se separó y fue a espiarla, a mirarla.
Ella (vio él con asombro) estaba como en un desamparo. Trabajando en el mortero, picaba magnolia, mandrágora, perejil, azucena, nardo, espinas de puercoespines (unas muy largas que hasta parecían tener diamantes), pero solo eran espinas de puercoespines; y testículos de rana y otro poco de perejil.
-Señora Azucena.
-Señora Arcusa.
-Señora Areusa.
-Señora Hermenegilda.
(Son nombres de bruja.)
No acertaba.
La señora bruja no contestaba; tenía un vestido largo llegándole al suelo, pero abierto por todos lados, por donde se le veían los gruesos muslos y la barriga, bella, plana como de virgen.
Y estaba descalza, los senos fuera con las puntas lilas, por donde habrían pasado despacio o ligero, según el caso, aquellos interminables maridos.
La cara estaba cerrada como un altar, como una caja, no daba indicios.
Él se dijo:
-Aunque ella lo quisiese, no sé por qué, por nada del mundo, la tomaría. ¿Tal vez por ese impresionante desfile de maridos? No, por eso no era, no.
Apenas pensó tales cosas, comenzaba ya la ansiedad, una angustia terrible, que no paró más. Quería tocarla, contarle los senos. Parecía ahora eran muchos. Y estar como en ramos.
Ella picó un poco más de azucena y echó en la olla. Luego horneó todo. Luego, cerró herméticamente el mortero. Y con pausa se quitó el delantal, de donde caían unas hojas de muérdago, y otras de cristal, y cosas oscuras.
Nunca lo miró, no lo advirtió siquiera. Él tenía miedo de que se le prendiese de un pelo como un buitre, que volara y se subiese a un árbol, o se le quedara en la ropa para siempre como una mariposa. Estampada.

Marosa Di Giorgio,
en Camino de las pedrerías (1997).

domingo, 29 de abril de 2012

One way or another



One way or another
Blondie
Parallel Lines (1978)
One way or another, I'm gonna find ya'
I'm gonna get ya', get ya', get ya', get ya'
One way or another, I'm gonna win ya'
I'm gonna get ya', get ya' ,get ya', get ya'
One way or another, I'm gonna see ya'
I'm gonna meet ya', meet ya', meet ya', meet ya'
One day maybe next week, I'm gonna meet ya'
I'm gonna meet ya', I'll meet ya'
I will drive past your house and if the lights are all down
I'll see who's around
One way or another, I'm gonna find ya'
I'm gonna get ya', get ya', get ya', get ya'
One way or another, I'm gonna win ya'
I'll get ya', I'll get ya'
One way or another, I'm gonna see ya'
I'm gonna meet ya', meet ya', meet ya', meet ya'
One day maybe next week ,I'm gonna meet ya'
I'll meet ya' ah
And if the lights are all out I'll follow your bus downtown
See who's hangin' out
One way or another, I'm gonna lose ya'
I'm gonna give you the slip
A slip of the lip or another I'm gonna lose ya'
I'm gonna trick ya', I'll trick ya'
One way or another, I'm gonna lose ya'
I'm gonna trick ya', trick ya', trick ya', trick ya'
One way or another, I'm gonna lose ya'
I'm gonna give you the slip
I'll walk down the mall, stand over by the wall
Where I can see it all, find out who ya' call
Lead you to the supermarket checkout, some specials and rat food
Get lost in the crowd
One way or another I'm gonna get ya'
I'll get ya'
I'll get ya', get ya', get ya', get ya'
Where I can see it all, find out who ya' call

sábado, 28 de abril de 2012

La chica vudú



Su piel es de tela blanca,
un remiendo de recortes.
Y en su corazón se ensartan
alfileres de colores.

Por ojos un par de discos
rayados en espiral
que emplea en hipnotizar
a multitud de chicos.

Mantiene en trance profundo
a un ejército de zombis.
Entre ellos incluso hay uno
que es nativo de Donosti.

Mas también sobre ella
pesa una horrible maldición
pues cuando alguien se le acerca
demasiado, es un punzón
cada aguja que se entierra
más hondo en su corazón.

Tim Burton,
en La meláncolica muerte de Chico Ostra.

La muchacha del tajo en el mentón

13
Ibamos al trote largo y pensé en ese cuerpo tierno y violento. Me perseguiría hasta el final, pensé. Cuando abra la puerta voy a querer encontrar algún mensaje de ella, y cuando me desplome para dormir en algún suelo o cama voy a escuchar y contar los pasos en la escalera, uno por uno, o el crujido del ascensor, piso por piso, no por miedo a los milicos sino por las ganas locas de que ella esté viva y vuelva. La confundiré con otras. Le buscaré el nombre y la voz y la cara. Le sentiré el olor en la calle. Me voy a emborrachar y no me servirá de nada, pensé y supe, como no sea con saliva o lágrimas de esa mujer.

Eduardo Galeano,
en Vagamundo y otros relatos.

jueves, 19 de abril de 2012

Espero curarme de ti...

Espero curarme de ti en unos días. Debo dejar de fumarte, de beberte, de pensarte. Es posible. Siguiendo las prescripciones de la moral en turno. Me receto tiempo, abstinencia, soledad.

¿Te parece bien que te quiera nada más que una semana? No es mucho, ni es poco, es bastante. En una semana se puede reunir todas las palabras de amor que se han pronunciado sobre la tierra y se les puede prender fuego. Te voy a calentar con esa hoguera del amor quemado. Y también el silencio. Porque las mejores palabras del amor están entre dos gentes que no se dicen nada.

Hay que quemar también ese otro lenguaje lateral y subversivo del que ama. (Tú sabes cómo te digo que te quiero cuando digo: «qué calor hace», «dame agua», «¿sabes manejar?», «se hizo de noche»... Entre las gentes, a un lado de tus gentes y las mías, te he dicho «ya es tarde», y tú sabías que decía «te quiero»).

Una semana más para reunir todo el amor del tiempo. Para dártelo. Para que hagas con él lo que quieras: guardarlo, acariciarlo, tirarlo a la basura. No sirve, es cierto. Sólo quiero una semana para entender las cosas. Porque esto es muy parecido a estar saliendo de un manicomio para entrar a un panteón.

Jaime Sabines.

Libertad bajo palabra

Allá donde terminan las fronteras, los caminos se borran. Donde empieza el silencio. Avanzo lentamente y pueblo la noche de estrellas, de palabras, de la respiración de un agua remota que me espera donde comienza el alba.
Invento la víspera, la noche, el día siguiente que se levanta en su lecho de piedra y recorre con ojos límpidos un mundo penosamente soñado. Sostengo al árbol, a la nube, a la roca, al mar, presentimiento de dicha, invenciones que desfallecen y vacilan frente a la luz que disgrega.
Y luego la sierra árida, el caserío de adobe; la minuciosa realidad de un charco y un pirú estolido, de unos niños idiotas que me apedrean, de un pueblo rencoroso que me señala. Invento el terror, la esperanza, el mediodía -padre de los delirios solares, de las falacias espejeantes, de las mujeres que castran a sus amantes de una hora.
Invento la quemadura y el aullido, la masturbación en las letrinas, las visiones en el muladar, la prisión, el piojo y el chancro, la pelea por la sopa, la delación, los animales viscosos, los contactos innobles, los interrogatorios nocturnos, el examen de conciencia, el juez, la víctima, el testigo. Tú eres esos tres. ¿A quién apelar ahora y con qué argucias destruir al que te acusa? Inútiles los memoriales, los ayes y los alegatos. Inútil tocar a puertas condenadas. No hay puertas, hay espejos. Inútil cerrar los ojos o volver entre los hombres: esta lucidez ya no me abandona. Romperé los espejos, haré trizas mi imagen, que cada mañana rehace piadosamente mi cómplice, mi delator. La soledad de la conciencia y la conciencia de la soledad, el día a pan y agua, la noche sin agua. Sequía, campo arrasado por un sol sin párpados, ojo atroz, oh conciencia, presente puro donde pasado y porvenir arden sin fulgor ni esperanza. Todo desemboca en esta eternidad que no desemboca.
Allá, donde los caminos se borran, donde acaba el silencio, invento la desesperación, la mente que concibe, la mano que me dibuja, el ojo que me descubre. Invento al amigo que me inventa, mi semejante; y a la mujer, mi contrario: torre que corono de banderas, muralla que escalan mis espumas, ciudad devastada que renace lentamente bajo la dominación de mis ojos.
Contra el silencio y el bullicio invento la Palabra, libertad que se inventa y me inventa cada día.

 Octavio Paz,
en Libertad bajo palabra (1949).
Aquí vive un [una] poeta. La tristeza no puede entrar por estas puertas.
Pablo Neruda.
Esta será mi venganza:
Que un día llegue a tus manos el libro de un poeta famoso
y leas estas líneas que el autor escribió para ti
y tú no lo sepas.

Ernesto Cardenal,
en Epigramas (1961).
Me contaron que estabas enamorada de otro
y entonces me fui a mi cuarto
y escribí ese artículo contra el gobierno
por el que estoy preso.

Ernesto Cardenal,
en Epigramas (1961)

sábado, 31 de marzo de 2012

Mi segunda muerte fue así

7.
Entonces tuve hambre y me metí en el restorán chino de Macuto. Me senté junto a la puerta, para recibir la brisa fresca que venía del mar.
Al fondo del restorán había una muchacha comiendo sola. La vi de perfil; casi no  me fijé. Además, soy corto de vista, y no llevaba lentes.
No recuerdo lo que comí. Arrollados, supongo, y sopa o pollo saltado o algo así. Bebí cerveza, que es siempre preferible a un vino malo. Me tomé la cerveza como a mí me gusta, con la espuma helada en los labios y el líquido dorado atravesando la espuma de a poco y rozándome los dientes.
Comiendo me olvidé del temblor del mentón. La mano llevaba con firmeza el tenedor a la boca.
Alcé la mirada. La muchacha pálida se acercaba, con pasos lentos, desde el fondo.
Levantó del suelo una flechita de papel y la rompió en pedacitos. La miré, me miró.
-Te mandé un mensaje -me dijo.
Tragué saliva. Sonreí disculpándome.
-Sentate -la invité.
-No me di cuenta-dije.
Le pregunté qué decía el mensaje.
-No sé -dijo.
-Sentate -repetí, y corrí una silla.
Movió la cabeza; vaciló. Por fin se sentó. Miraba el piso, incómoda.
Quise seguir comiendo, pero me costaba.
-Se ve que no tomás sol -le dije.
Se encogió de hombros.
El resto de la comida se me enfrió en el plato.
Ella extendió la mano, buscando un cigarrillo. Alcancé a ver las cicatrices de los tajos en la muñeca.
Le encendí el cigarrillo. Tosió.
-Son fuertes -dijo.
Examinó el paquete, lo dio vuelta en la mano:
-No son de acá -dijo.
La luz le lamía la cara. Era hermosa, a pesar de la palidez y la flacura. Me clavó los ojos y yo deseé que sonriera y no supe cómo.
-¿Sabés por qué te tiré la flechita? -preguntó, y dijo-: Porque tienes cara de loco.
Creo que había una música china, lastimera, sonando bajito. Una voz de mujer, si no me equivoco, que se cortaba en la mitad de cada queja.
-Yo nunca tomo sol -dijo-. Me paso todo el día encerrada en mi cuarto.
-¿Y qué hacés, encerrada?
-Espero -me dijo.

Eduardo Galeano, en Días y noches de amor y de guerra.
Me alimento de música y de agua negra. Soy tu niña calcinada por un sueño implacable.
Alejandra Pizarnik.

35

Vida, mi vida, déjate caer, déjate doler, mi vida, déjate enlazar de fuego, de silencio ingenuo, de piedras verdes, en la casa de la noche, déjate caer y doler, mi vida.
Alejandra Pizarnik.

El Leteo (fragmento)

Para ahogar mis sollozos apagados
solo preciso tu profundo lecho.
El poderoso olvido habita entre tus labios
y fluye de tus besos el Leteo.

Charles Baudelaire.

lunes, 5 de marzo de 2012

Sí sí

cuando Dios creó el amor no ayudó mucho
cuando Dios creó a los perros no ayudó a los perros
cuando Dios creó las plantas no fue muy original
cuando Dios creó el odio tuvimos algo útil

cuando Dios me creó a mi, bueno, me creó a mí

cuando Dios creó al mono estaba dormido
cuando creó a la jirafa estaba borracho
cuando creó las drogas estaba drogado
y cuando creó el suicidio estaba deprimido

cuando te creó a ti durmiendo en la cama
sabía lo que hacía
estaba borracho y drogado
y creó las montañas y el mar y el fuego al mismo tiempo
cometió algunos errores
pero cuando te creó a ti durmiendo en la cama
se derramó sobre su Bendito Universo

Charles Bukowski

miércoles, 29 de febrero de 2012

Táctica y estrategia

Mi táctica es
mirarte
aprender como sos
quererte como sos

mi táctica es
hablarte
y escucharte
construir con palabras
un puente indestructible

mi táctica es
quedarme en tu recuerdo
no sé cómo ni sé
con qué pretexto
pero quedarme en vos

mi táctica es
ser franco
y saber que sos franca
y que no nos vendamos
simulacros
para que entre los dos

no haya telón
ni abismos

mi estrategia es
en cambio
más profunda y más
simple
mi estrategia es
que un día cualquiera
no sé cómo ni sé
con qué pretexto
por fin me necesites

Mario Benedetti.

La inventora

Te espero. Yo, que no te conozco, te espero. Imagino la escena y
en lugar de imaginarla parece que la recordara.

Tú llegas. Eres pequeña, morena, apenas tienes gestos:
tu mirada abarca todo lo posible y te entretienes, antes de entrar,
en dejar que tu mirada invente cosas a todo lo que me rodea.

Inventas una ventana grande, por ejemplo, y yo por ella te miro envuelto en tenues hojas que tu inventas para ese momento.

Inventas palabras también.

Y yo espero. Caminas, apenas, y te acercas, pero ninguna palabra podrás decir hasta que las mismas palabras se digan.

Pienso, curiosamente, en que debo besarte. Que es el atardecer,
que el viento sopla suavemente, que una canción se escribió hace mucho para este momento, que debo abrazarte, que debo decir antiguas palabras, dejarme estar en esa quietud de perdidos instantes. Espero. Caminas —en esta historia que imagino o recuerdo, no sé— y sonríes. A penas sonríes. Y entonces inventas mi cara,
mi cuerpo, mis manos, mis gestos que se acercan y te abrazan,
te besan, se dejan estar bajo la tenue llovizna del atardecer.

Y yo me miro y te miro. Abrazas mi memoria y tu invento,
té quedas en él, despacio dejas de inventar cosas y regresas.

Apenas si puede alcanzarte alguna de mis voces. Parto junto a tu sombra.

Me miro ir. Ningún invento queda en mis manos.

Vuelvo.

Te espero.

No recuerdo si fue ayer o mañana.

espero.

Vagamente se que me detendré en el tiempo, que olvidaré el tiempo, que escribiré un poema.

Alberto C. Vila Ortiz

lunes, 27 de febrero de 2012

Siempre

Cansada del estruendo mágico de las vocales
Cansada de inquirir con los ojos elevados
Cansada de la espera del yo de paso
Cansada de aquel amor que no sucedió
Cansada de mis pies que solo saben caminar
Cansada de la insidiosa fuga de preguntas
Cansada de dormir y de no poder mirarme
Cansada de abrir la boca y beber el viento
Cansada de sostener las mismas vísceras
Cansada del mar indiferente a mis angustias
¡Cansada de Dios! ¡Cansada de Dios!
Cansada por fin de las muertes de turno
a la espera de la hermana mayor
la otra la gran muerte
dulce morada para tanto cansancio.

Alejandra Pizarnik,
en La última inocencia (1956).

viernes, 24 de febrero de 2012

El estanque

Tuve un amigo. Un poeta
que se bebía las noches con cerveza.
Solíamos librar días
enteros hablando de recuerdos, de viajes,
de poemas, de mujeres amadas.
Era inclinarse en el estanque.
Cuando nos capturaron marchó al exilio.
Al volver traía una obsesión atravesada:
la montaña y las armas.
Los poemas arrumbados.
No duró tres meses. Teníamos treinta años.
Lo capturaron vivo y lo quemaron.
Busqué sus restos y me llené las manos de cenizas.
Estuve varios días doliéndome de mí.
La soledad ardía.
El solía decir: "Mi exilio era de llanto".

Marco Antonio "El Bolo" Flores


*Poema que El Bolo Flores dedicó a Otto René Castillo.

Balada del guerrillero que partió

Una tarde díjole a su amada
"Me voy, ya es tiempo de lluvias.
todo está anegado
la vida se me envuelve en la garganta
no puedo resistir mas opresión.
Mientras mis hermanos
mueren en las sierras por balas
asesinas,
yo no debo quedar pensativo,
indiferente,
Adiós me voy a los montes
con los guerrilleros"
Se despidió y partió
Y un día ya estaba
arriba, de brazo con los guerrilleros.
 Fue su mano espada de plata fina,
aró, sembró, cosechó
la tierra,
disparó con su fusil rayos
de esperanza.
y otro día ya estaba muerto,
sobre el hombro.
Pensativo y triste
aún recuerda a su amada
inmemorial por largo tiempo.
Y ella lo espera junto al río,
en el puente en donde lo vio partir.
Y acaricia su vientre con tristeza,
pensando en él, en todos,
con su ojos hermosos
y radiantes
mira haca el puente, al río,
a la vida.
Y siente en su corazón
la esperanza, la nueva
alegría que su amado juntó
en la tierra.

Javier Heraud.

Nunca estoy solo

De veras, nunca estoy solo.
Tan solo estoy triste
cuando tus ojos
huyen
del sitio
en que debimos
encontrarnos
por la tarde.
Ahora
se pudre la espera
debajo del tiempo,
del tiempo que se ríe
de mí, gran amador,
desprovisto de amada
en búsqueda siempre.

Otto René Castillo.

miércoles, 15 de febrero de 2012

Corazón coraza

Porque te tengo y no
porque te pienso
porque la noche está de ojos abiertos
porque la noche pasa y digo amor
porque has venido a recoger tu imagen
y eres mejor que todas tus imágenes
porque eres linda desde el pie hasta el alma
porque eres buena desde el alma a mí
porque te escondes dulce en el orgullo
pequeña y dulce
corazón coraza

porque eres mía
porque no eres mía
porque te miro y muero
y peor que muero
si no te miro amor
si no te miro

porque tú siempre existes dondequiera
pero existes mejor donde te quiero
porque tu boca es sangre
y tienes frío
tengo que amarte amor
tengo que amarte
aunque esta herida duela como dos
aunque te busque y no te encuentre
y aunque
la noche pase y yo te tenga
y no.

Mario Benedetti.

Misal de la virgen

-Usted nunca tuvo hijos.
-No. Aunque, un día, cuando era chica, surgieron de mí, de mi pelvis, tres lagartos. En cartílago grueso y anillado. Tres.
-Eh.
-Sí. Iban por la hierba. Al parecer tenían ojos, pero no pude saberlo. Se hundieron en el piso.
-Oh.
-Pero antes oí un alarido, como si dijesen: ¡Mamá! ¡Ay, madre! ¡Ay!
-Oh.
-No volvieron nunca. En el momento de la parición, salían de mis pechos (del izquierdo y del derecho), una gotita de sangre y una gotita de leche.
-...!
Y ella quedó impasible. Y aunque era completamente blanca, pareció lo que siempre había parecido: Una princesa india, abajo de su anacahuita.

Marosa Di Giorgio,
en "Obra completa", 2005.

Había nacido con zapatos. Rojos, finos, de taco alto...

Había nacido con zapatos. Rojos, finos, de taco alto,
que fueron la desesperación de todos los que vivimos juntos
en aquel tiempo.
Y en la cara tenía varias dentaduras, y lentes celestes como
el fuego.
Al pasar, por la tarde, parecía el ángel de la devoración con
pie punzó.
Mas, en realidad, amó la luz solar. Comía guindas, llevándose
una a cada boca.
Y sentía temor y amor hacia el Maestro Tigre que llegaba
en  la noche a buscar doncellas.
Y nunca la eligió.

Marosa Di Giorgio,
en "La liebre de marzo", 1981.

domingo, 12 de febrero de 2012

Cómo decir, amor, en qué momento...

Cómo decir, amor, en qué momento
te rompes dulcemente entre las manos,
sin quejas, sin recuerdos, sin arcanos
y tal vez sin temor ni sufrimiento.

Cómo volver a amar, qué sentimiento
de elementos divinos o profanos
puede reverdecer entre desganos,
en la etapa final del desaliento.

Pregunta al corazón por qué no cree,
pregúntale al mirar qué cosas lee,
pregunta al labio cruel por qué no besa,

y te dirán, sin duda, su fatiga
del amor fiel o la pasión mendiga,
su falta de esperanza o de sorpresa.

Julia Prilutzky.

Poema primero (Posesión en el sueño)

Ven
Amado

Te probaré con alegría.
Te soñaré conmigo esta noche.

Tu cuerpo acabará
donde comience para mí
la hora de tu fertilidad y tu agonía;
y porque somos llenos de congoja
mi amor por ti ha nacido con tu pecho,
es que te amo en principio por tu boca.

Ven
Comeremos en el sitio de mi alma.

Antes que yo se te abrirá mi cuerpo
como mar despeñado y lleno
hasta el crepúsculo de peces.
Porque tú eres bello,
hermano mío,
eterno mío dulcísimo.

Tu cintura en que el día parpadea
llenando con su olor todas las cosas,
tu decisión de amar,
de súbito,
desembocando inesperado a mi alma,

Tu sexo matinal
en que descansa el borde del mundo
y se dilata.

Ven

Te probaré con alegría.

Manojo de lámparas será a mis pies tu voz.

Hablaremos de tu cuerpo
con alegría purísima,
como niños desvelados a cuyo salto
fue descubierto apenas, otro niño,
y desnudado su incipiente arribo,
y conocido en su futura edad, total , sin diámetro,
en su corriente genital más próxima,
sin cauce, en apretada soledad.

Ven
te probaré con alegría.

Tú soñarás conmigo esta noche,
y anudarás aromas caídos nuestras bocas.

Te poblaré de alondras y semanas
eternamente oscuras y desnudas.

Eunice Odio,
en "Los elementos terrestres".

Declinaciones del monólogo

I
Estoy sola,
muy sola,
entre mi cintura y mi vestido,
sola entre mi voz entera,
con una carga de ángeles menudos
como esas caricias
que se desploman solas en los dedos.
Entre mi pelo, a la deriva,
un remero azul,
confundido,
busca un niño de arena.
Sosteniendo sus tribus de olores
con un hilo pálido,
contra un perfil de rosa,
en el rincón más quieto de mis párpados
trece peregrinos se agolpan.

II
Arqueándome ligeramente
sobre mi corazón de piedra en flor
para verlo,
para calzarme sus arterias y mi voz
en un momento dado
en que alguien venga,
y me llame...
pero ahora que no me llame nadie,
que no quepo en la voz de nadie,
que no me llamen,
porque estoy bajando al fondo de mi pequeñez,
a la raíz complacida de mi sombra,
porque ahora estoy bajando al agónico
tacto de un minero, con su media flor al hombro,
y una gran letra de te quiero al cinto.
Y bajo más,
a las inmediaciones del aire
que aligerado espera las letras de su nombre
para nacer perfecto y habitable.
Bajo,
desciendo mucho más,
¿quién me encontrará?
Me calzo mis arterias
(qué gran prisa tengo),
me calzo mis arterias y mi voz,
me pongo mi corazón de piedra en flor,
para que en un momento dado
alguien venga,
y me llame,
y no esté yo
ligeramente arqueada sobre mi corazón, para verlo.
y no tenga yo que irme y dejar mi gran voz,
y mi alto corazón
de piedra en flor.

Eunice Odio, 
poetisa costarricense.

sábado, 11 de febrero de 2012

Es doloroso. Absolutamente recalcitrante.
¿Qué hacer?
¿Dónde escapar?
¿Dónde volar?

...

Vos sabés dónde, pero no me lo querés decir.

viernes, 10 de febrero de 2012

Oración

Habítame, penétrame.
Sea tu sangre una como mi sangre.
Tu boca entre a mi boca.
Tu corazón agrande el mío hasta estallar.
Desgárrame.
Caigas entera en mis entrañas.
Anden tus manos en mis manos.
Tus pies caminen en mis pies, tus pies.
Árdeme, árdeme.
Cólmeme tu dulzura.
Báñeme tu saliva el paladar.
Estés en mí como está la madera en el palito.
Que ya no puedo así, con esta sed
quemándome.

Con esta sed quemándome.

La soledad, sus cuervos, sus perros, sus pedazos.

Juan Gelman.

Ausencia de Amor

Cómo será pregunto.
Cómo será tocarte a mi costado.
Ando de loco por el aire
que ando que no ando.

Cómo será acostarme
en tu país de pechos tan lejano.
Ando de pobre cristo a tu recuerdo
clavado, reclavado.

Será ya como sea.
Tal vez me estalle el cuerpo todo lo que he esperado.
Me comerás entonces dulcemente
pedazo por pedazo.

Seré lo que debiera.
Tu pie. Tu mano.

Juan Gelman.
Ya es de día, arráncate los ojos más grandes del mundo.

Ya es de día, desnúdate de tu cuerpo de ángel perfumado. Ya es de día. Vístete con cáscaras de tortugas asesinadas, cúbrete de pelos polvorosos y de residuos de sangre. Arrástrate por las paredes en busca de alimentos, bebe donde orinan los muertos. Levántate y anda, bestia con memoria, memoria llagada, recuerdo de sangre. Levántate, desconocida con alas de arpillera, vuela cargada de tierra por las piedras silenciosa. Sacrifica tu sueño y cúbrelo de cenizas. Incorpórate, es de día y los justos ya trabajan. Reintégrate a la grasa, al sudor y al polvo. Confiesa hoy también que aún estás viva. Levántate y anda, pobre bestia, y sin llorar.

Alejandra Pizarnik.
Demasiado pesadillesco como para andar exorcisándolo en cualquier sitio. 
Aunque demasiado pesado como para andar guardándoselo...

miércoles, 8 de febrero de 2012

Encontrarte en escasos roces de otros...
(¿Encontrarte? No... Es pura ilusión que me creo y recreo. Pero la imaginación suele ser anestésica).

martes, 7 de febrero de 2012

-Haga algo, cualquier cosa. ¿Cómo le llaman ustedes, las brujas, a eso? Una atadura, un gualicho, lo que sea... Me estoy volviendo loco.
-¿Para qué quieres hacerle una atadura a esa chica? 
-Porque necesito estar con ella... Me vuelve loco no poder tenerla. Quiero que esté conmigo... Sueño todas las noches con ella, pienso en ella todo el tiempo. Es una estupidez. Pero estoy obsesionado con ella, con su forma de mirar, de hablar... Quiero que ella se vuelva loca por mí, que no pueda vivir sin mí, que no pare de pensar en mí... Quiero que le pase la mínima parte de lo que me pasa a mí. Que se vuelva loca por mí, sí, eso, del mismo modo en el que yo estoy loco por ella.
-Tranquilo, tranquilo. No tiene sentido lo que me estás pidiendo.
-¿Pero es que usted no entiende? Yo la escucho siempre a usted convocando a María Padilha o como quiera que se llame... Llámela, haga esas cosas que hace usted...
-Pero, querido, yo puedo hacer lo que tú me dices. Puedo llamar a María Padilha, a Iemanjá e incluso, a la mismísima Virgen María, pero las tres me dirían lo mismo...
-¡¿Qué le dirían?! ¿No ve cómo estoy? ¿No ve que estoy desesperado?
-Las tres me dirían, las tres... Las tres me dirían lo mismo, que esa mujer ya está loca por ti... Pero que tiene miedo.

lunes, 6 de febrero de 2012

Magia erótica

Me disuelvo
en la magia
giro
en medio del fruto
pulposo
oigo
el suave ruido
de la brasa encendida
el lenguaje húmedo
anclado en la boca.

Un tambor anuncia
tu pulso
tu obscuro río.

Cerrados los ojos
te miro
me miro
honda ceniza soy
ahora.

Carmen Matute,
poetisa guatemalteca.

De lejos viene

Cuando lo sepas quisiera ver tu cara.
Porque vas a saberlo
aunque no te lo diga
ni leas estos poemas.
¿Cambiará algo entonces?
Es imposible
que no adviertas aún mi turbación:
tanto desorden de miradas,
tanta avidez
registrando el más breve de tus gestos.
¿Y nada modifica tu indolencia?
Ah, íntegro varón, que Dios te guarde.
Pero voy a aclararte
en nombre de esta cólera
y a manera de agravio,
que si te amo
es seguramente por error.
has de saber
que nunca me gustaron ojos desteñidos
ni maneras solemnes,
menos aún cabello lacio y bien peinado
(y de la solemnidad líbrame Dios, libérame).
También has de saber que eres
demasiado sencillo para mi soledad,
demasiado humano para mi deseo,
demasiado lineal
para la arquitectura de este laberinto.
Pero ya basta: pido una disculpa.
Ocurre tal vez
que sólo seas un poco distraído.
Vendrá entonces de ti
el reconocimiento
o una sincera frase paternal.

Elsa Cross, 
poetisa mexicana.

Porque me traían tu sueño...

Porque me traían tu sueño
yo amé los cielos de la tarde
y los árboles solos.

Y amé los mares en el alba
y las barcas abandonadas,
porque en ellas iba encontrando
¡tu recuerdo!

Ya sin los cielos de la tarde
ni los mares del alba
¡te tengo!

Libre de las imágenes
¡te tengo!

Porque ahora te amo
en esta soledad mía
sin recuerdos.

Esther de Cáceres.

Como una sola flor desesperada

Lo quiero con la sangre, con el hueso,
con el ojo que mira y el aliento,
con la frente que inclina el pensamiento,
con este corazón caliente y preso,

y con el sueño fatalmente obseso
de este amor que me copa el sentimiento,
desde la breve risa hasta el lamento,
desde la herida bruja hasta su beso.

Mi vida es de tu vida tributaria,
ya te parezca tumulto, o solitaria,
como una sola flor desesperada.

Depende de él como del leño duro
la orquídea, o cual la hiedra sobre el muro,
que solo en él respira levantada.

Juana de Ibarbourou.

¡Todo era amor!

¡Todo era amor... amor!
No había nada más que amor.
En todas partes se encontraba amor.
No se podía hablar más que de amor.
Amor pasado por agua, a la vainilla,
amor al portador, amor a plazos.
Amor analizable, analizado.
Amor ultramarino.
Amor ecuestre.
Amor de cartón piedra, amor con leche...
lleno de prevenciones, de preventivos;
lleno de cortocircuitos, de cortapisas.
Amor con una gran M,
con una M mayúscula,
chorreado de merengue,
cubierto de flores blancas...
Amor espermatozoico, esperantista.
Amor desinfectado, amor untuoso...
Amor con sus accesorios, con sus repuestos;
con sus faltas de puntualidad, de ortografía;
con sus interrupciones cardíacas y telefónicas.
Amor que incendia el corazón de los orangutanes,
de los bomberos.
Amor que exalta el canto de las ranas bajo las ramas,
que arranca los botones de los botines,
que se alimenta de encelo y de ensalada.
Amor impostergable y amor impuesto.
Amor incandescente y amor incauto.
Amor indeformable. Amor desnudo.
Amor-amor que es, simplemente, amor.
Amor y amor... ¡y nada más que amor!

Oliverio Girondo.

Acción Poética


Tengo que...

viernes, 3 de febrero de 2012

La mujer

Un hombre sueña que ama a una mujer. La mujer huye. El hombre envía en su persecución los perros de su deseo. La mujer cruza un puente sobre un río, atraviesa un muro, se eleva sobre una montaña. Los perros atraviesan el río a nado, saltan el muro y al pie de la montaña se detienen jadeando. El hombre sabe, en su sueño, que jamás en su sueño podrá alcanzarla. Cuando despierta, la mujer está a su lado y el hombre descubre, decepcionado, que ya es suya.
Ana María Shua.

Dedicado a Alejandra Pizarnik

Como el buzo en su escafandra
y el maniático en su tic
me refugio en ti Alejandra
Pizarnik.

¡Oh, tú, ligera balandra,
oh literario pic-nic,
con tu aire de salamandra
modelada por Lalique!
¡Oh Alejandra,
oh mi Casandra
chic!

Manuel Mujica Láinez
(Poema dedicado a Alejandra Pizarnik,
 con motivo de una cena que se le ofreció en noviembre de 1966. )

viernes, 27 de enero de 2012

Anoche soñé. En el sueño estaba acostada en una cama grande, grande y confortable. Soñé que deslizabas un cuchillo por mi cuerpo, pero no había nada de amenazante en ese acto. Lo deslizabas suavemente, me acariciabas con el cuchillo. El sueño se corta luego; me desperté agitada, exhausta. Extraño. Pero si te veo con un cuchillo cerca... No sé como haré para no tentarme y contarte mi sueño.

miércoles, 25 de enero de 2012

La princesa está triste ¿qué tendrá la princesa?
La princesa no ríe, la princesa no siente.
La princesa está triste, la princesa está pálida.

Así dice Ruben Darío en su Sonatina, pero yo sé que la princesa no se cree tan princesa, y que si está triste y pálida, es porque anda refugiada en esas vagas ilusiones también mencionadas por el poeta. Si la princesa está triste no es por falta de príncipes (que ella no necesita), sino por falta de ilusiones más nuevas y poderosas, más absolutamente lisérgicas. ¿Y quién dice que no siente? ¿Y qué tiene que ver que esté pálida? Bah, me enojo sola yo... Si no te mando a la mierda Rubén Darío es porque me enamoré de otras letras tuyas, nomás por eso estás perdonado... Es difícil enojarse con un poeta. Es difícil alejarme de vos.

(No se puede andar encubriendo tantos nombres, que lo parió, es condenadamente difícil, poeta)

miércoles, 18 de enero de 2012

Diario de Eva (fragmento)

Estuve siguiendo al otro Experimento ayer a la tarde, a la distancia, para ver si podía darme cuenta de para qué servía. Pero no pude descubrirlo. Creo que es un hombre. Nunca había visto a un hombre, pero parece uno de ellos, y estoy segura de que es lo que es. Me doy cuenta de que siento más curiosidad acerca de él que respecto de cualquiera de los demás reptiles. Si es que se trata de un reptil, y supongo que sí: porque tiene el cabello desaliñado y ojos azules, y parece un reptil. No tiene caderas; se va angostando como una zanahoria; cuando está parado se estira como una grúa; por eso, creo que es un reptil aunque podría ser solo una fachada.
Le temía al principio y, cada vez que se daba vuelta, empezaba a correr, porque creía que iba a perseguirme; pero poco a poco me di cuenta de que solo trataba de escaparse, así que después de eso abandoné mi timidez y seguí sus rastros durante varias horas, unas veinte yardas atrás, lo que lo ponía nervioso e incómodo. Al final, se preocupó bastante y se subió a un árbol. Yo esperé un buen rato, luego lo abandoné y me volví a casa.

En Diarios de Adán y Eva, Mark Twain.

viernes, 13 de enero de 2012

Amor:

S. Insanía temporaria curable mediante el matrimonio, o alejando al paciente de las influencias bajo las cuales ha contraído el mal. Esta enfermedad, como las caries o muchas otras, solo se expande entre las razas civilizadas que viven en condiciones artificiales; las naciones bárbaras, que respiran el aire puro y comen alimentos sencillos, son inmunes a su devastación. A veces es fatal, aunque más frecuentemente para el médico que para el enfermo.

En Diccionario del diablo, Ambrose Bierce (1881).

lunes, 9 de enero de 2012

En un banco...

En un banco,
meneando aburrida mis zapatos de bruja,
yo veía al invierno entrar y salir,
flirtear con el aire y sentarse finalmente a mi lado.
(Otro -pensé- que tampoco tiene nada que hacer
esta tarde.)

Ya me iba a levantar cuando descubrí su espalda
en la ventana de enfrente.
Usted hablaba con alguien.

Y en ese mismo momento
-Ios libros, cómo no, resbalaron patosos desde la falda
hasta el suelo-
se volvió a mirarme.

Almudena Guzmán

Oda al invierno

El invierno es todo frutas y linternas
Olvidadas y esqueletos santos de palomas
En el bosque. El invierno besa, enamorado,
Los labios gloriosos de la vid con sus labios
De granizo, y se duerme sobre ella.
El invierno puede venir un día, blandamente,
Por el valle y, cual un fósforo en la mano,
Llevarse una vida a su ciudad como un ladrón.
El invierno enjoya al hombre tristemente,
El invierno lava tumbas de monarcas
Y mendigos, y corona el áureo y viejo otoño
Con un rayo de ceniza en la cabeza. Respetad
Al invierno, la antigüedad de sus plantas,
Su cetro de rocío en la espesura; respetad
Los rostros eternos de los árboles y el viento
En su dominio, cuando cesa todo en torno
Y él se inclina, carcomido y sonoro, como un piano
En un estanque o como un muerto en una tumba.

En Reinos, Eduardo Eielson, (1944).

El despertar

                                A León Ostrov

Señor
La jaula se ha vuelto pájaro
y se ha volado
y mi corazón está loco
porque aúlla a la muerte
y sonríe detrás del viento
a mis delirios

Qué haré con el miedo
Qué haré con el miedo

Ya no baila la luz en mi sonrisa
ni las estaciones queman palomas en mis ideas
Mis manos se han desnudado
y se han ido donde la muerte
enseña a vivir a los muertos

Señor
El aire me castiga el ser
Detrás del aire hay monstruos
que beben de mi sangre

Es el desastre
Es la hora del vacío no vacío
Es el instante de poner cerrojo a los labios
oír a los condenados gritar
contemplar a cada uno de mis nombres
ahorcados en la nada.

Señor
Tengo veinte años
También mis ojos tienen veinte años
y sin embargo no dicen nada

Señor
He consumado mi vida en un instante
La última inocencia estalló
Ahora es nunca o jamás
o simplemente fue

¿Cómo no me suicido frente a un espejo
y desaparezco para reaparecer en el mar
donde un gran barco me esperaría
con las luces encendidas?

¿Cómo no me extraigo las venas
y hago con ellas una escala
para huir al otro lado de la noche?

El principio ha dado a luz el final
Todo continuará igual
Las sonrisas gastadas
El interés interesado
Las preguntas de piedra en piedra
Las gesticulaciones que remedan amor
Todo continuará igual

Pero mis brazos insisten en abrazar al mundo
porque aún no les enseñaron
que ya es demasiado tarde

Señor
Arroja los féretros de mi sangre

Recuerdo mi niñez
cuando yo era una anciana
Las flores morían en mis manos
porque la danza salvaje de la alegría
les destruía el corazón

Recuerdo las negras mañanas de sol
cuando era niña
es decir ayer
es decir hace siglos

Señor
La jaula se ha vuelto pájaro
y ha devorado mis esperanzas

Señor
La jaula se ha vuelto pájaro
Qué haré con el miedo

En Las aventuras perdidas, Alejandra Pizarnik (1958).

Sonatina

La princesa está triste... ¿Qué tendrá la princesa? 
Los suspiros se escapan de su boca de fresa, 
que ha perdido la risa, que ha perdido el color. 
La princesa está pálida en su silla de oro, 
está mudo el teclado de su clave sonoro, 
y en un vaso, olvidada, se desmaya una flor. 

El jardín puebla el triunfo de los pavos reales. 
Parlanchina, la dueña dice cosas banales, 
y vestido de rojo piruetea el bufón. 
La princesa no ríe, la princesa no siente; 
la princesa persigue por el cielo de Oriente 
la libélula vaga de una vaga ilusión. 

¿Piensa, acaso, en el príncipe de Golconda o de China, 
o en el que ha detenido su carroza argentina 
para ver de sus ojos la dulzura de luz? 
¿O en el rey de las islas de las rosas fragantes, 
o en el que es soberano de los claros diamantes, 
o en el dueño orgulloso de las perlas de Ormuz? 

¡Ay!, la pobre princesa de la boca de rosa 
quiere ser golondrina, quiere ser mariposa, 
tener alas ligeras, bajo el cielo volar; 
ir al sol por la escala luminosa de un rayo, 
saludar a los lirios con los versos de mayo 
o perderse en el viento sobre el trueno del mar. 

Ya no quiere el palacio, ni la rueca de plata, 
ni el halcón encantado, ni el bufón escarlata, 
ni los cisnes unánimes en el lago de azur. 
Y están tristes las flores por la flor de la corte, 
los jazmines de Oriente, los nelumbos del Norte, 
de Occidente las dalias y las rosas del Sur. 

¡Pobrecita princesa de los ojos azules! 
Está presa en sus oros, está presa en sus tules, 
en la jaula de mármol del palacio real; 
el palacio soberbio que vigilan los guardas, 
que custodian cien negros con sus cien alabardas, 
un lebrel que no duerme y un dragón colosal. 

¡Oh, quién fuera hipsipila que dejó la crisálida! 
(La princesa está triste, la princesa está pálida) 
¡Oh visión adorada de oro, rosa y marfil! 
¡Quién volara a la tierra donde un príncipe existe, 
la princesa está pálida, la princesa está triste, 
más brillante que el alba, más hermoso que abril! 

-<<Calla, calla, princesa- dice el hada madrina-; 
en caballo, con alas, hacia acá se encamina, 
en el cinto la espada y en la mano el azor, 
el feliz caballero que te adora sin verte, 
y que llega de lejos, vencedor de la Muerte, 
a encenderte los labios con un beso de amor».

En Prosas profanas y otros poemas, Ruben Darío.

domingo, 8 de enero de 2012

La Venus de las Pieles (fragmento)

-¡Sí, hágalo! -exclamé devorado por el terror y el placer-. Si un matrimonio no puede fundarse más que en la igualdad y el consentimiento mutuo, las más grandes pasiones se originan, en cambio, en los contrastes extremos. Nosotros dos somos esa constelación, pues nos hallamos uno frente al otro casi como dos fuerzas enemigas. De allí nace ese amor en mí, que es en parte odio y en parte temor. En tal relación solo puede ser uno el martillo y el otro el yunque. Yo quiero ser el yunque. No podría ser feliz si mirara a mi amada desde un escalón superior. Quiero adorar a una mujer, y eso solo puede ocurrir si ella es cruel conmigo.
-Pero, Severin, -dijo Wanda, casi colérica-, ¿en verdad me considera capaz de maltratar a un hombre como usted? Solo se puede amar de veras lo que está por encima de nosotros; es decir, a una mujer que nos subyugue por su belleza, su temperamento, su espíritu y su energía y que además, nos coloque bajo su tiranía.
-Pero ¿lo que a otros produce rechazo, a usted le atrae?
-Así es. Así soy yo.
-Bueno, al fin y al cabo, en sus pasiones no hay nada tan extraño o singular, pues ¿a quien no ha de gustarle un lindo abrigo de pieles? Además todo el mundo reconoce y siente el parentesco entre la lujuria y la crueldad.
-En mi caso eso se da en grado sumo -le contesté.
-Eso quiere decir que la razón no tiene en usted ninguna función. Su naturaleza es de una extrema debilidad y de máxima entrega sensual.
-Me pregunto si los mártires fueron de naturaleza débil.
-¿Los mártires?
-Creo que, por el contrario, fueron de naturaleza hipersensible, almas lascivas, pero no débiles, y encontraron goce en el dolor. Buscaron las torturas más horribles, incluso la muerte, como otros buscan la felicidad. Y así soy yo, un hipersensible, mi querida Señora.
-Tenga cuidado de no tornarse un mártir del amor, de volverse mártir por una mujer.

En La Venus de las Pieles, Leopold Von Sacher Masoch (1870).

sábado, 7 de enero de 2012

Introducción a la teología

En aquellos días descubrí a María Padilha.
Ella había nacido en los bajos fondos de Río; y en pocos años había invadido los barrios pobres del norte de la ciudad.
Tenía el tamaño de una mujer.
Vestía medias de seda y pollera muy corta, abierta en un tajo, que mostraba la liga y desnudaba los muslos, y una blusa ceñida, a medio abrir, por donde saltaban los pechos. Estaba cubierta de pulseras y collares que le ofrendaban sus fieles. Entre los dedos de largas uñas rojas, alzaba un cigarrillo rubio con filtro.
La figura de cera de María Padilha montaba guardia a las puertas de las tiendas de umbanda. Pero donde ella realmente vivía era en los cuerpos de sus sacerdotisas de los terreiros. María Padilha entraba en esa mujeres y desde ellas reía a carcajadas, bebía, fumaba, recibía consultas, daba consejos, desfacía entuertos y hasta era capaz de seducir al Diablo para conseguir que ayudara a quien lo anduviera precisando.
María Padilha, diosa maldita, puta divinizada, encarnaba en las mujeres que eran, en la vida real, putas profesionales. Ellas se encarnaban a sí mismas, en cierto modo, pero al revés. Cada ceremonia era un ritual de dignidad. ¿Creían que era una perra? Soy una diosa.


En Días y noches de amor y de guerra, Eduardo Galeano (1975).