TUYA ES LA SOLEDAD A MEDIANOCHE
TUYOS LOS ANIMALES SABIOS QUE PUEBLAN TU SUEÑO
EN ESPERA DE LA PALABRA ANTIGUA
TUYO EL AMOR Y SU SONIDO A VIENTO ROTO

miércoles, 21 de diciembre de 2011

Tres

Verte.
Verte, desearte.
Verte, desearte, querer escapar.

No puedo evitarlo.
Las tres acciones siempre se me tornan imprescindibles.
Maestría obsesiva. Invasión perdida.
Espíritu compulsivo, destrucción asegurada.
¡Basta! ¡Basta!
Basta de meterte en mis sueños, en mi poesía,
en mis inseguridades.
Por favor, basta.

lunes, 19 de diciembre de 2011

El raudal

A veces, cuando el amado y yo soñamos en silencio, -un silencio agudo y profundo
como el acecho de un sonido insólito y misterioso-
siento como si su alma y la mía corrieran lejanamente, por yo no sé
que tierras nunca vistas, en un raudal potente y rumoroso...


Delmira Agustini.

Boca a boca

Copa de vino donde quiero y sueño
beber la muerte con fruición sombría,
surco de fuego donde logra Ensueño
fuertes semillas de melancolía.

Boca que besas a distancia y llamas
en silencio, pastilla de locura,
color de sed y húmeda de llamas...
¡Verja de abismos es tu dentadura!

Sexo de un alma triste de gloriosa;
el placer unges de dolor; tu beso,
puñal de fuego en vaina de embeleso,
me come en sueños como un cáncer rosa...

Joya de sangre y luna, vaso pleno
de rosas de silencio y de armonía,
nectario de su miel y su veneno,
vampiro vuelto mariposa al día.

Tijera ardiente de glaciales lirios,
panal de besos, ánfora viviente
donde brindan delicias y delirios
fresas de aurora en vino de poniente...

Estuche de encendidos terciopelos
en que su voz es fúlgida presea,
alas del verbo amenazando vuelos,
cáliz en donde el corazón flamea.

Pico rojo del buitre del deseo
que hubiste sangre y alma entre mi boca,
de tu largo y sonante picoteo
brotó una llaga como flor de roca.

Inaccesible... Si otra vez mi vida
cruzas, dando a la tierra removida
siembra de oro tu verbo fecundo,
tú curarás la misteriosa herida:
lirio de muerte, cóndor de vida,
¡flor de tu beso que perfuma al mundo!

En Los rosarios de Eros, Delmira Agustini (1924)

viernes, 16 de diciembre de 2011

Alta hora de la noche

Cuando sepas que he muerto no pronuncies mi nombre
porque se detendría la muerte y el reposo

Tu voz, que es la campana de los cinco sentidos,
sería el tenue faro buscando por mi niebla.

Cuando sepas que he muerto di sílabas extrañas.
Pronuncia flor, abeja, lágrima, pan, tormenta.
No dejes que tus labios hallen mis once letras.
Tengo sueño, he amado, he ganado el silencio.
No pronuncies mi nombre cuando sepas que he muerto:
desde la oscura tierra vendría por tu voz.
No pronuncies mi nombre, no pronuncies mi nombre.
Cuando sepas que he muerto no pronuncies mi nombre.

Roque Dalton.

jueves, 15 de diciembre de 2011

Verte

Como no verte si estas ahí
Sigo tu mirada a donde quiera que la lleves
Puedo sentir tu piel sin ni siquiera tocarte
Puedo olerte sin tenerte cerca
No dejo nada al azar, el miedo me hace huir
En la lejanía de nuestros cuerpos hay solo un sabor amargo
Me endulzo con miel de pasión prohibida pero solo queda el vacío
Las cartas están echadas el juego acaba de culminar
Los espejos rotos me dicen que hubo más de un perdedor
Ya la vida me lleva a espacios indefinidos que no termino de entender
La cama esta fría hay cuerpos que llegan pero nunca están
Como entender si no me dices nada de ti y mi deseo no sé si es el mismo
La alfombra quedo húmeda por el paso de los pies marcados que salían de la mar
Y aquí estoy yo esperando por verte

Oswaldo del Nogal Infante

martes, 13 de diciembre de 2011

VI. El filtro (fragmento)

El sol era ardiente, el calor les hizo sentir sed. Enviaron a una joven doncella en busca de una bebida. La muchacha acudió a Brangel que dormitaba tumbada sobre una estera. La doncella se incorporó perezosamente, tomó una copa de oro, bajó al pañol donde a tientas llenó la copa de una redoma que estaba junto a tantas otras que guardaban los mejores vinos de Irlanda. Luego subió al pabellón de las damas y lo presentó a Tristán quien de un sorbo vació la mitad y ofreció el resto a Iseo. La bebida era clara como vino y les pareció buena y suave.
Al  instante se miraron extrañados. Parecía como si el vino al extenderse por sus venas mudase a sus corazones y pensamientos. La emoción y el temor asomaron al rostro de Iseo y disiparon su rencor. El amor, tormento del mundo, los sometía y los sojuzgaba. Brangel los observa. Una terrible duda la asalta. ¡Dios! ¡Si se hubiera equivocado de recipiente! Baja presurosa al pañol y decubre la redoma del brebaje de amor que la reina le había confiado casi vacía. "¡Desdichada!, se dice. ¡Mal cumplí  el mandato de mi señora! ¡En mala hora nací y en mal día embarqué en esta nave fatídica! Iseo, amiga, y tú Tristán, noble caballero, ¡habéis bebido vuestra perdición y vuestra muerte! ¡No fue vino, ni celia, ni cerveza lo que tomasteis sino la bebida encantada que la reina de Irlanda había preparado para las bodas del rey Marcos! ¡Por mi desidia bebisteis la pasión y la muerte!"
De esta manera Tristán e Iseo, por un error de la fiel Brangel. tomaron en el mar, la víspera de San Juan, el brebaje fatal que tantas penas y alegrías les había de acarrear y entraron en la rota que nunca podrían abandonar. La bebida les pareció suave y dulce. ¡Nunca dulzura fue pagada a tan alto precio!

En Tristán e Iseo, Anónimo (Francia, período 1160-1190, aprox.).

Cenizas

Hemos dicho palabras,
palabras para despertar muertos,
palabras para hacer un fuego,
palabras donde poder sentarnos
y sonreír.

Hemos creado el sermón
del pájaro y del mar,
el sermón del agua,
el sermón del amor.

Nos hemos arrodillado
y adorado frases extensas
como el suspiro de la estrella,
frases como olas,
frases con alas.

Hemos inventado nuevos nombres
para el vino y para la risa,
para las miradas y sus terribles
caminos.

Yo ahora estoy sola
-como la avara delirante
sobre su montaña de oro-
arrojando palabras hacia el cielo,
pero yo estoy sola
y no puedo decirle a mi amado
aquellas palabras por las que vivo.

En Las aventuras perdidas, Alejandra Pizarnik (1958).

Just Like Heaven


The Cure (Kiss me, kiss me, kiss me) 
(1987)

"Show me, show me, show me
how you do that trick
the one that makes me scream" she said
"the one that makes me laugh" she said
and threw her arms around my neck

"Show me how you do it
and I promise you I promise that
I'll run away with you
I'll run away with you"

Spinning on that dizzy edge
I kissed her face and kissed her head
and dreamed of all the different ways I had
to make her glow
"Why are you so far away?" she said
"Why won't you ever know that I'm in love with you
that I'm in love with you"

You
soft and only
you
lost and lonely
you
strange as angels
dancing in the deepest oceans
twisting in the water
you're just like a dream.

Daylight licked me into shape
I must have been asleep for days
and moving lips to breathe her name
I opened up my eyes
and found myself alone alone
alone above a raging sea
that stole the only girl I loved
and drowned her deep inside of me

You
soft and only
you
lost and lonely
you
just like heaven


lunes, 12 de diciembre de 2011

Carta para responder al pedido de una cita

Querido...
.....................Antes de aceptar la cita que me pides he reflexionado largo tiempo porque mi ánimo, asaltado por sospechas y dudas, se rehusaba en concedértela. Pero también es verdad que se necesita mucha fuerza de voluntad para poder resistir a las continuas seducciones del cariño.
.....................El corazón que  no habla ni reflexiona y que solo siente y palpita violentamente, animado por la pasión, no me ha permitido reflexionar por más tiempo y no he podido negarte lo que con tanto afán me pides.
.....................Así es que acepto y el domingo a las nueve de la mañana estaré según me dices, en la alameda de...
.....................He dicho a mi tía que, si me lo hubiera permitido, iría de buena gana a ver a mi prima que está algo delicada. Pensaré yo en avisarla, en el caso que se descubriera mi engaño.
.....................Además de primas somos también muy amigas y tengo completa confianza en ella. Pues entonces queda entendido que yo el domingo por la mañana acudiré a la cita y te diré un mundo de cosas que llenan mi corazón y que la pluma no sabe exprimir. ¡Adiós!... Te envío con el pensamiento un millón de besos en espera de los que, según dices, quieres darme de verdad sobre mis manos.
.....................Y, entendámonos de una vez, señorito, sobre mis manos y nada más. ¿Entiendes? Sino no vendría, y dudaría de la promesa que me haces en tu carta de ser conmigo muy respetuoso.
Tuya siempre, etc...

En Amores para armar. Colección de cartas de amor. Recopilación hecha por Liliana Viola.

Carta de una Señorita aceptando al pretendiente

Segismundo:
........................Con el pensamiento fijo en sus manifestaciones, no puedo dejar de contestarle, mi buen amigo. Es tan amable, que, francamente, merece mi atención. Le tengo presente en las horas del día y de la noche... A veces me desvelo para luego adormecerme bajo el recuerdo de su silueta. Ha quebrantado mi espíritu y al hacerle dueño de mi simpatía, sepa respetarme tal cual le seré yo fiel hasta la muerte. Que nuestro afecto no se entibie y que hagamos de dos corazones uno solo. Vivir amando bajo la esperanza de la fe en sí mismo.
Quien le entrega su corazón.
Nilda.

Estas cartas han sido escritas por personas que han pasado por su misma situación, que sirvan como una ayuda para el enamorado... Preste atención a la ortografía.

En Amores para armar. Colección de cartas de amor. Recopilación por Liliana Viola.

domingo, 11 de diciembre de 2011

32. La máquina

-Tengo frío.
-Ponete así. Me gusta tenerte así.
-La pierna. Acá. Así.
-¿Estás bien?
-¿Y vos?
-Muy.
-Ah.
-¿De qué te reís?
-Para mí, fue una sorpresa. Quiero decir: después. Me parecía increíble que el mundo no hubiera cambiado. Me miré al espejo y yo tampoco había cambiado y me mordía los labios. Quise estudiar y no pude. Quise estar con mis amigas y no pude. Quise escribir cartas, quise trabajar. Quise dormir y tampoco pude.
-¿De eso te reís?
-No me bañé. Tenía tu olor en todo el cuerpo.
-¿De eso?
-No, no. Después te digo.
-Ahora.
-No, después.
-No me interesa.
-Entonces te lo digo. Lo bien que me caés. Eso.
-¿Eso? ¿Y entonces yo?
-¿Qué?
-Mucho más que eso. Contigo no siento miedo de nada.
-Mirá que no soy una santa. Me como las uñas. Te advierto.
-El miedo es una porquería.
-Y sí. Pero, ¿quién no siente miedo?
-¿Vos sentís?
-No tires ahí la… No seas chancho.
-¿Miedo de qué? ¿De que estemos así, como estamos?
-No sé. O sí sé. Siento, como cualquiera.
-Pero juntos, no. Juntos estamos a salvo. Al miedo lo ponemos bajo la suela del zapato y crash: lo aplastamos como a una porquería.
-Oigamé, Pirata. Prometamé, Pirata.
-La escucho. Prometo.
-¿En serio?
-Sí.
-Nunca vamos a dejar que esto se pudra. ¿Eh? No vamos a permitir nunca que esto se pudra.
-¿Nada más que eso? Es fácil.
-No.
-¿No qué?
-No es nada fácil.
-Si usted lo dice.
-Y nunca nos vamos a lastimar. ¿Nos prometemos eso? Es peligroso.
-¿Dejar el cuero en el alambrado?
-Algo así. Puede ser.
-Tanta alegría. Es un regalo. ¿Por qué nos vamos a joder? No me gusta que te pongas solemne.
-¿Qué hora es? Uy, hace dieciocho horas que estamos por levantarnos.
-Nos vamos a enfermar.
-Tendríamos que levantarnos.
-Nos vamos a evaporar.
-¿No íbamos a ir al cine?
-¿Cuándo fue eso? ¿Ayer? ¿Anteayer?
-¿No ibamos a bajar a comer?
-Sí. Tendríamos que levantarnos.
-Esto es mejor que Buster Keaton.
-Esto es mejor que todo.
-No hay nada que…
-Ponete así. Así. Me gusta dormir así.
-Vas a dormir.
-No. Zonzo. Quiero que te quedes. Quedate. Quiero.
-Yo también quiero. Cuando era chico, me alcanzaba con querer una cosa con muchas ganas, para que ocurriera. Cerraba los ojos, pensaba con todas mis fuerzas en eso que quería y zácale: ocurría.
-Cuándo yo era chica, lo que quería era un telescopio.
-¿Uno de esos grandes, que usan los astrónomos?
-Uno enorme. Yo lo había visto en el museo. Como no tenía telescopio, siempre me parecia que se había escapado alguna estrella.
-¿Y eso te importaba?
-Vivía deseando que se viniera la guerra. Una guerra bien grande, para mezclarme con los japoneses y robarme el telescopio. Alguien iba a romper los vidrios a patadas y yo iba a aprovechar y me iba a escapar corriendo con el telescopio entre los brazos. Pero solita no me animaba.
-Hubieras probado.
-¿Y vos?
-¿Yo? Yo era católico, cuando chico.
-¿Como es creer en Dios, Mariano? Nunca creí.
-Como creer en la revolución, me imagino. Te da la misma alegría y la misma sensación de no estar solo. Cuando era chico, yo no sentía miedo nunca. Pero un buen día… No, nada.
-Me gusta escucharte.
-Nada.
-Andá, no seas malo.
-Dame un cigarrillo.
-Esperá, no apagues.
-Quiero decir que un buen día lo buscás y no está. Quiero decir: perdés a Dios como se pierde una cosa. Algo que se cae del bolsillo. Como se pierde un encendedor, así.
-Para mí, Dios era un señor de barba que metía miedo a los demás.
-Para mí no.
-Ya veo.
-Era mucho más que eso, para mí. Todavía no sé con qué se rellena ese agujero.
-Ahora es usted el que se puso solemne, Pirata.
-Puede ser, perdona.
-Pero… Mariano. Estás triste. Te vino la tristeza.
-No.
-¿No qué?
-No estoy triste.
-Sí estás.
-Sí. Estoy.
-No hay que hablar tanto.
-No.
-Uno no debería.
-Se arruina todo por culpa de las palabras.
-Sí.
-Mirá.
-¿Qué?
-Los pájaros, en la ventana.
-Hace rato que vienen pasando.
-Se va a venir tormenta, me parece, y nos vamos a mojar.
-Sí. Al irnos, nos vamos a mojar.

En La canción de nosotros, Eduardo Galeano (1975).

Fiesta (fragmento)

El rostro de Brett era blanco y la larga línea de su cuello destacaba con la brillante luz de los faroles. De nuevo la calle se oscureció y la besé. Nuestros labios permanecieron juntos, apretados, pero ella se separó y se apretó contra el rincón del asiento, lo más lejos de mí que se pudo. Se quedó allí con la cabeza gacha.
-No me toques -me dijo-. Por favor, no me toques.
-¿Qué te pasa?
-No lo soporto.
-¡Oh, Brett!
-No debes hacerlo. Tienes que hacerte cargo. No lo resisto, eso es todo. ¡Por favor, querido, entiéndelo!
-¿Es que no me quieres?
-¿Quererte? Simplemente es que me vuelvo de gelatina cuando me tocas.
-¿No podemos hacer nada para arreglarlo?
Se había erguido más en su asiento. Yo la tenía agarrada por los hombros y ella se apoyaba en mí; nos quedamos callados, en calma. Me miraba a los ojos con ese modo de mirar tan peculiarmente suyo que llevaba a uno a preguntarse si realmente veía algo más allá de sus propios ojos. Sus ojos seguían mirando y mirando después de que todos los demás ojos del mundo dejaran de mirar. Miraba como si no hubiera nada en la tierra que no pudiera mirar del mismo modo, y en verdad la asustaban demasiadas cosas.
-Y no podemos hacer nada -dije.
-No lo sé -dudó-. No quiero volver a pasar ese mismo infierno de nuevo.
-Lo mejor que podemos hacer es mantenernos alejados el uno del otro.
-Pero yo tengo que verte, cariño. Tú no lo sabes todo.
-Es culpa mía. ¿No pagamos siempre por todo lo que hemos hecho?
No había dejado de mirarme fijamente. Sus ojos tenían distintas profundidades, pero en ocasiones parecían planos. Sin embargo, en esos momentos uno podía penetrar hasta lo más hondo.

Ernest Hemingway, 1925.

sábado, 10 de diciembre de 2011

Nunca te había mirado (tanto).
U observado.
O deseado, o que sé yo qué más...

viernes, 9 de diciembre de 2011

Pipistrela



Tango 1933
Música: Juan Canaro
Letra: Fernando Ochoa
Intérprete: Tita Merello


El botón de la esquina de casa,
cuando salgo a barrer la vedera,
me se acerca el canalla y me dice:
"¡Pss! ¡Pipistrela! ¡Pss! ¡Pipistrela!"
Tengo un coso ar mercao que me mira,
es un tano engrupido'e crioyo;
yo le pongo lo' ojo' p'arriba
y endemientra le afano un repollo.

Me llaman la Pipistrela
y yo me dejo llamar;
es mejor pasar por gila
si una es viva de verdá.
Soy una piba con clase,
manyen qué linda mujer...
¡La pinta que Dios me ha dado,
la tengo que hacer valer!

Ya estoy seca de tantos mucamos,
cocineros, botones y guardas;
yo me paso la vida esperando
y no viene... el otario...
Yo quisiera tener mucho vento
pa' comprarme  sombrero, zapato,
añaparme algún coso del centro
pa' largar esta manga de patos...

Me llaman la Pipistrela
y yo me dejo llamar;
es mejor pasar por gila
si una es viva de verdá.
Soy una chica con clase,
manyen qué linda mujer...
¡La pinta que Dios me ha dado,
la tengo que hacer valer!

jueves, 8 de diciembre de 2011

De Rosa Luxemburgo a Leo Jogiches

Paris, 5 de abril de 1894

Aquí estoy, en casa, sentada a mi mesa y obligándome a trabajar en la proclama. ¡Querido mío! ¡No tengo ganas! La cabeza me duele y me pesa, ese ruido, ese rodar horrible en la calle, esta pieza abominable… ¡Quiero estar contigo, no puedo más! Piensa, todavía dos semanas por lo menos, porque este domingo no puedo preparar la conferencia a causa de la proclama; debo entonces esperar hasta el domingo siguiente. Luego, la conferencia rusa y, más tarde, la visita a lo de Lavrov.

Querido, ¿cuándo terminará esto? Empiezo a perder la paciencia, no se trata del trabajo, sino únicamente de ti. ¿Por qué no has venido aquí, a reunirte conmigo? Si te tuviera conmigo, ningún trabajo me daría miedo. Hoy, en lo de Adolfo, en medio de la conversación y de los preparativos de la proclama, de golpe sentí en mi alma tal fatiga y tal nostalgia de ti que casi grité en voz alta. Tengo miedo de que el antiguo demonio (el de Ginebra y Berna) salte de pronto en mi corazón y me conduzca a la estación del Este.

Para consolarme, imagino el momento en que la locomotora silbará, en que diré adiós a Jadzia y a Adolfo, en que, al fin, el tren se mueva, el momento en que iré a reunirme contigo. ¡Ah, Dios mío, me parece que toda la cadena de los Alpes se extiende entre ese instante y yo!

¡Querido! ¡Cuando esté cerca de Zurich, cuando tú me esperes, cuando descienda, por fin, del vagón y corra hacia la salida, estarás en la puerta, en medio del bullicio, y no tendrás el derecho de acudir hacia mí, pero yo volaré hasta ti!

Pero no nos besaremos tan pronto, ni nada, porque eso lo estropearía todo, no expresaría nada, pero nada. Solamente nos apuraremos a volver a casa, y nos miraremos, y nos sonreiremos. En casa nos sentaremos en el sofá, y nos apretaremos el uno contra el otro, y me fundiré en lágrimas como en este momento.

¡Querido! ¡Ya tengo bastante; quiero que esto termine lo antes posible! ¡Mi amor, no puedo más! Por desgracia, temiendo una pesquisa, he destruido tus cartas y ya no tengo nada con que consolarme.

¡Si supieras cómo escribes en polaco! ¡Espera que tu mujer te gruña, ya verás! Seguramente estarás enojado, en toda tu carta no hay una sola palabra sobre “los asuntos”.

Para consolarte, agregaré algunas palabras sobre “los asuntos”. Tu proclama me gusta mucho, con excepción de algunas pequeñas expresiones. Si ese delator verdaderamente está en Zurich, intenta verlo; extirparle ese maldito número de La causa obrera es muy fácil.

¿Es que Wladyslaw Henrich no avisará telegráficamente los resultados?

Viernes. Recibí dinero, los libros y las cartas. Trabajo en la proclama. Vela por ti y escribe.

Envíame las tarifas del Ateneum (mensuario de literatura de Varsovia) y los recortes que tenía Janek Bielecki.

R.

De Rosa Luxemburgo a Leo Jogiches



 


Berlín, 30 de abril de 1905

Querido:
He llorado hasta mortificarme los ojos y me acosté con ganas de no despertarme más. No respondí durante semanas a las cartas de papá y mamá a causa de mis preocupaciones “mundiales”. Te he odiado porque tú me encadenaste a esta actividad maldita. Ayer estaba dispuesta a largar de un golpe esta maldita política, o más bien su parodia sangrienta, y a “silbar” sobre el mundo entero.

R.
Al perderte yo a ti tú y yo hemos perdido:
yo porque tú eras lo que yo más amaba
y tú porque yo era el que te amaba más.
Pero de nosotros dos tú pierdes más que yo:
porque yo podré amar a otras como te amaba a ti
pero a ti no te amarán como te amaba yo.

En Epigramas, Ernesto Cardenal (1961).

Yo he repartido papeletas clandestinas,
gritado: VIVA LA LIBERTAD! en plena calle
desafiando a los guardias armados.
Yo participé en la rebelión de abril:
pero palidezco cuando paso por tu casa
y tu sola mirada me hace temblar.

En Epigramas, Ernesto Cardenal (1961).

Imitación de Propercio

Yo no canto la defensa de Stalingrado
ni la campaña de Egipto
ni el desembarco de Sicilia
ni la cruzada del Rhin del general Eisenhower:

Yo solo canto la conquista de una muchacha.

Ni con las joyas de la Joyería Morlock
ni con perfumes de Dreyfus
ni con orquídeas dentro de su caja de mica
ni con Cadillac
sino solamente con mis poemas la conquisté.

Y ella me prefiere, aunque soy pobre, a todos los millones de Somoza.


En Epigramas, Ernesto Cardenal (1961).

miércoles, 7 de diciembre de 2011



Cuando acabé el dibujo vi que era una hermosa niña alada. Una habitante del aire que me miraba como preguntándome:
-¿Para qué me has traído?
Yo dudé si responder o no.
Pero no pude evitar pensar:
-Para admirar tu belleza.
Hubo silencio... pero sonrió.

En Cuaderno de viajes de Ciruelo, Ciruelo Cabral (2004).


La he visto abatir gigantescos dragones, despellejarlos, pulir sus cráneos y fabricar armas con sus dientes y cuernos.
No sé por qué aún creo que cazar dragones es una tarea inapropiada para una chica de dieciséis años.

En Cuaderno de viajes de Ciruelo, Ciruelo Cabral (2004)
Desde la adolescencia, y aún desde la niñez, Khuyana soñaba con pájaros negros. Siguió soñando con ellos cuando tuvo que forjar sus armas para la guerra.
Y cuando tuvo que forjar más armas para el amor.
Fue un pájaro negro el que salió de su pecho cuando su cuerpo quedó tendido para siempre tras la batalla. 
Es el pájaro que ahora me encuentro yo en mis sueños.

En Cuaderno de sueños de Ciruelo, Ciruelo Cabral (2010).
La joven hechicera es, ahora, una protegida del dragón de oro.
Esta historia se reveló en una ensoñación en la que me sumergí buscando otra cosa.

En Cuaderno de sueños de Ciruelo, Ciruelo Cabral (2010).
En la montaña hay una mujer que cuida el ganado, y decora sus cabellos con plumas mientras mira el cielo.
 "Parece que quiere llover", dice.
Yo la estoy soñando y es por eso que no me ve.
Ahora escribe con un palo en la tierra:
"Toda agua es conciencia. Todo fuego es sagrado."
Y me da la sensación de que lo ha escrito para mí.
Sigue escribiendo:
"Todo cuerpo es energía."
Y ahora ya no tengo dudas de que lo hace para mí.
Pero yo no puedo llegar a ella... no puedo hablarle.
Ella solo es mi sueño.
Pero si me pudiera escuchar le haría muchas preguntas.
Me parece tan sabia que no quiero despertarme por temor a olvidar lo que me dice.

En Cuaderno de sueños de Ciruelo, Ciruelo Cabral (2010).
Solía ser paloma (hace mucho tiempo).

Arrabalera



(1950)
Música: Sebastián Piana
Letra: Cátulo Castillo

Mi casa fue un corralón
de arrabal bien proletario,
papel de diario el pañal,
del cajón en que me crié...
Para mostrar mi blasón,
pedigree modesto y sano.
¡Oiga, che!... ¡Presénteme...
¡Soy Felisa Roverano,
tanto gusto, no hay de que!...

¡Arrabalera,
como flor de enredadera
que creció en el callejón!
¡Arrabalera,
yo soy propia hermana entera
de Chiclana y compadrón!...
Si me gano el morfi diario,
qué me importa el diccionario
ni el hablar con distinción.
Llevo un sello de nobleza,
soy porteña de una pieza,
tengo voz de bandoneón.

Si se le da la ocasión,
de bailar un tango arrespe,
encrespe su corazón,
de varón sentimental.
Y al revolear mi percal,
márqueme su firulete,
que en el brete musical
se conoce, la gran siete,
mi prosapia de arrabal.

martes, 6 de diciembre de 2011

Milonga sentimental



Milonga (1931)
Música: Sebastián Piana
Letra: Homero Manzi
Intérprete: Carlos Gardel

Milonga pa' recordarte,
milonga sentimental.
Otros se quejan llorando,
yo canto por no llorar.
Tu amor se secó de golpe,
nunca dijiste por qué.
Yo me consuelo pensando
que fue traición de mujer.

Varón, pa' quererte mucho,
varón, pa' desearte el bien,
varón, pa' olvidar agravios
porque ya te perdoné.
Tal vez no lo sepas nunca,
tal vez no lo puedas creer,
¡tal vez te provoque risa
verme tirao a tus pies!

Es fácil pegar un tajo
pa' cobrar una traición,
o jugar en una daga
la suerte de una pasión.
Pero no es fácil cortarse
los tientos de un metejón,
cuando están bien amarrados
al palo del corazón.

Milonga que hizo tu ausencia.
Milonga de evocación.
Milonga para que nunca
la canten en tu balcón.
Pa' que vuelvas con la noche
y te vayas con el sol.
Pa' decirte sí a veces
o pa' gritarte que no.

Cumbres borrascosas (fragmento)

En su ardor, se incorporó y se apoyó en el brazo del sillón. Ante el apremiante llamado, él se volvió para mirarla, con aire de completa desesperación. Sus ojos grandes, abiertos y húmedos la miraban con llamaradas feroces; su pecho se movía convulsivamente. Por un instante permanecieron a distancia, pero pronto se unieron de nuevo, no sé cómo; Catalina dio un salto y él la abrazó y la retuvo tan fuertemente que creí que mi ama no saldría viva de ese abrazo; realmente, me pareció que estaba completamente insensible. Él se arrojó sobre la silla más próxima. Como yo avanzara vivamente para ver si ella se había desmayado, la atrajo nuevamente hacia sí con vehemencia. Tuve la impresión de no estar ya en compañía de criaturas de mi especie. Parecía que no querían oírme, aunque yo les hablara; de modo que me aparté y retuve mi lengua, llena de perplejidad.
Un movimiento de Catalina me tranquilizó un poco; alzó la mano para enlazar el cuello de Heathcliff y apoyar la mejilla en la suya; mientras él, cubriéndola de caricias frenéticas, le decía salvajemente:
-Ahora me muestras como has sido de cruel conmigo; cruel y falsa. ¿Por qué me has despreciado? ¿Por qué traicionas tu corazón, Catalina? No te diré ni una palabra de consuelo. Mereces tu suerte. Te has matado a ti misma. Sí, puedes besarme y llorar; y arrancarme besos y llantos; te secarán, te condenarán. Tú me amabas; ¿qué derecho tenías de dejarme? ¿Qué derecho, respóndeme, al pobre capricho que has sentido por Linton? Ni la miseria, ni la degradación, ni la muerte, ni nada de lo que Dios o Satanás podrían infligirnos nos hubiera separado; pero tú, por tu propia voluntad, lo has hecho. Yo no te he roto el corazón... Tú misma te lo has roto; y al romperlo, has roto el mío. Peor para ti si soy fuerte. ¿Necesito vivir? ¿Qué clase de vida será la mía cuando tú...? ¡Oh, Dios mío! ¿Te gustaría vivir con tu alma en la tumba?
-¡Déjame sola! ¡Déjame sola! -sollozaba Catalina-. Si he hecho mal, muero por ello. ¡Esto basta! Tú también me abandonaste. Pero no te haré reproches. Te perdono. ¡Perdóname!
-Es difícil perdonar y mirar esos ojos y tocar esas manos descarnadas. Bésame de nuevo; ¡y no me dejes ver tus ojos! Te perdono por lo que has hecho. Amo a mi asesino... ¡Pero cómo podría amar el tuyo! 

Emily Brontë.

Por América Scarfó





“Aquí, en Buenos Aires, ciertos camaradas tienen del amor libre una idea verdaderamente exigua. Se imaginan que solo consiste en cohabitar sin estar casados legalmente y, mientras tanto, en sus hogares siguen perdurando todas las ridiculeces y los prejuicios que son propios de los ignorantes. En la sociedad burguesa también existe esa clase de uniones que ignoran al registro civil y al cura. ¿Es acaso eso el amor libre?"

“Por último, se critica nuestra diferencia de edad simplemente porque yo tengo 16 años y mi amigo 26. Unos me acusan de perseguir una operación comercial; otros me califican de inconsciente. ¡Ah, esos pontífices del anarquismo! ¡Hacer intervenir en el amor el problema de la edad! ¡Como si no fuera suficiente que el cerebro razone para que una persona sea responsable de sus actos! Por otra parte, es un problema mío y si la diferencia de edad no me importa nada a mí, ¿por qué tiene que importarle a los demás? Lo que quiero y amo es la juventud del espíritu, que es eterna."

“Hay también aquellos que nos tratan de degenerados, de enfermos y de otros calificativos de la misma especie. A todos ellos les contesto: ¿por qué? ¿Porque nosotros vivimos la vida en su verdadero sentido, porque rendimos un culto libre al amor? ¿Porque igual a los pájaros que alegran los paseos y los jardines nos amamos sin importarnos los códigos o las falsas morales? ¿Porque somos fieles a nuestros ideales? Yo desprecio a todos los que no pueden comprender lo que es saber amar."

“El amor verdadero es puro. Es un sol, cuyo rayo, ciega, a aquellos que no pueden escalar las alturas. A la vida hay que vivirla libremente. Rindamos a la belleza, a los placeres del espíritu, al amor, el culto que ellos se merecen."

“Esto es todo, camarada. Quisiera su opinión sobre mi caso. Sé bien lo que hago y no tengo necesidad de ser aprobada o aplazada. Solo que al haber leído muchos de sus artículos y al estar de acuerdo con varios puntos de vista, me pondría contenta de conocer su opinión.”

Escrito por América Scarfó para Severino Di Giovanni.  (1928).

Verte reír

Verte reír tocarte con las manos
vivir contigo un día un año tres semanas
compartir vida seria vida mansa contigo
encontrarte en la cama
vistiéndote en el cuarto
oliendo a alcohol fumando
sudando en el verano
o en el amor cerrando
tus ojos distraídos.

Idea Vilariño.

Orgullo y prejuicio (Pride and prejudice)



Con la lluvia de fondo...


(Escena de la película basada en la novela homónima de Jane Austen)

El aparecido

Igual que un ángel de mirada fiera
hasta tu alcoba un día he de volver
y hacia ti deslizarme quedamente
envuelto entre las sombras de la noche.

Entonces te daré, morena mía,
besos que tengan gelidez de luna,
y te acariciaré como se arrastran
en torno de una fosa las serpientes

Cuando llegue la aurora palidísima,
donde yo estuve solo habrá vacío,
será el lugar del frío hasta la noche.

Otros querrán vencer por la ternura,
yo no, sobre tu juventud y tu vida
me propongo reinar por el terror.

En Las flores del mal, Charles Baudelaire.

Voy a dormir

Dientes de flores, cofia de rocío,
manos de hierbas, tú, nodriza fina,
tenme prestas las sábanas terrosas
y el edredón de musgos escardados.

Voy a dormir, nodriza mía, acuéstame.
Ponme una lámpara a la cabecera;
una constelación; la que te guste;
todas son buenas; bájala un poquito.

Déjame sola: oyes romper los brotes...
te acuna un pie celeste desde arriba
y un pájaro te traza unos compases

para que olvides... Gracias. Ah, un encargo:
si él llama nuevamente por teléfono
le dices que no insista, que he salido...

Alfonsina Storni

4

Venía una tormenta de las que no se ven nunca, toda plateada, con dientes rabiosos, hablaba.
Celiar abrió los ventanos y los volvió a entornar.
Vio a Diamanta sentada en el patio, mientras le caían a las manos unos guijarros que bajaban de la borrasca, blancos, brillantes, como de hielo y con ese olor a las azucenas; ella hizo una especie de ramo.
-Diamanta, ven; para acá.
Ella quedó quieta con el vestido listado que le cubría los pies y las manos.
El recordó el casamiento, y antes, cuando la miraba ir a la escuela, y se le acercó un día diciéndole:
–Tus ojos me gustan tanto. ¿Y si nos casamos?
En realidad era recién que le había visto los ojos, chicos como los de las muñecas, de un celeste rayado y radioso, miraban más allá del cielo, los acontecimientos en la eternidad. Hubiese bastado que tuviese sólo uno; dos era demasiado. Recordó el día nupcial aunque se le iba como un buque, y lo volvía a traer. Los parientes, todos comiendo confites, el vestido e Diamanta; de organdí hasta el suelo, color amarillo rabioso, yema de huevo, y el velo azul rodeado de huevo. Así la trajo a la cama, después de la pavana se cerró la puerta. Ella no se reclinó; buscó en el bolsón de novia una cuaderna, y estudió toda la noche; él la ayudó en aritmética, geografía, y en otra cosa escrita ahí que no se entendía.
Pasaron del mismo modo todos los días. Hoy, bajo la tormenta, él se animó:
-Diamanta, ponte el vestido, el de novia. Hagamos como que hoy nos casamos. Nos casamos, hoy.
Ella, imprevistamente, obedeció; fue al ropero, salió; abajo, se colocó la diadema y el velo.
Cuando él la fue a enlazar, ella se escapó por la ventana; él la siguió, la perdió, la encontró detrás de las zarzas, parada y rígida, y brillando como si fuera sólo un cirio.
Él, entonces, quedó desconocido, se puso unos guantes de asesino, cortó las espinas, la trajo hasta sí. Le quitó todos los celajes que parecían mil, y el último, de entre las piernas, del que cayeron miosotis y algunos caramelos, que el viento llevaba y desparramaba.
Durante el zarpazo ella sacó un poco la lengua, roja como el botón de las rosas, perdió saliva y lágrimas; dio un grito lujurioso y chiquito.
El mundo, al oírlo, quedó parado. Se terminó el vendaval.
Celiar quedó helado. Hablaba con el pensamiento y se oía, sin embargo gritado en los aires:
-Por Dios, Diamanta, tienes los velos; ve tras de las espinas; qué pecado fue hecho. Párate como la Virgen. Jamás contaré lo habido. A ver, dónde está tu himen. Te lo daré; lo tendrás, nuevamente, te lo pegaré.
Vio el cendal de ella goteando como las rosas, y los dos senos con los pezones moviéndose y cuchicheando y que parecían ya incolmables.
Qué pecado fue cometido.
Diamanta ondeaba como una víbora.
El resto del mundo estaba azul, negro y quieto.

En Rosa mística. Relatos eróticos. Marosa Di Giorgio. (2003)

13

El bosque de casuarinas donde un día se presentó el Diablo.
-¿Se presentó el Diablo?
Sí, y todo tejido en lana roja y negra. Como una manta y un saco.
Yo era chica y dije: -¿Qué es un diablo?
Era adolescente y quedé alelada.
Era una mujer y quedé picada.
Me le acerqué, pero no mucho, porque no se podía; a ratos, parecía que no estaba.
De pronto dije:
-Yo soy una princesa. Pero, legítima; no de pacotilla como las que salen en los diarios.
Al oír esta oración extraña, parpadeó, aunque sus ojos eran inmóviles, y algo se asombró.
Quedaba tieso. Parecía un objeto, un tejido olvidado.
Yo, por aliviar las cosas, vencer esas extrañezas, fui hasta la cocina, tomé, desde un platillo, dulces de higo, salí a mirar las ramas.
Pero, él ya estaba allí; con un salto invisible y opaco, ya estaba allí.
Le dije: -Diábolo.
Él contestó: -Mariposa Glicina. Y Glicina Mariposa.
Llamándome así por mis nombres prohibidos, pues, por salvarme de todo mal, no me habían hecho figurar en el Registro.
Me acerqué a su lana. Él dijo: -Vayamos a los infiernos donde están nuestros hermanos.
-¿Cómo…?!!
Di un grito que no se oyó.
Pero, le tendí los dedos, que él acarició por sumo instante. Pidió: -Y dame las cosas de abajo.
Aunque parezca mentira me acerqué y separé las piernas.
Él buscó y encontró los orificios; lamió y hendió; uno a uno, los lamía y los partía. Yo, un poquito, brincaba. Dijo: -Vayamos al infierno, ya. Eres de las que sirven bien. Vamos, bromelia, móntate en mi lomo. Y vamos.

En Rosa Mística. Relatos eróticos, Marosa Di Giorgio.

lunes, 5 de diciembre de 2011

La Venus de las Pieles (fragmento)

-Es decir que usted ahora es mi esclavo, pero sin ilusiones, y yo lo habré de pisotear por ese motivo sin la menor piedad.
-¡Señora!
-¿No me conoce todavía? Sí, soy cruel (dado que usted encuentra tanto placer en esta palabra), ¿y acaso no tengo derecho? El hombre es el que codicia, la mujer es la codiciada. Éste es todo el privilegio de la mujer y su bien más preciado. La naturaleza le ha entregado al hombre, que sufre por su apasionamiento. Y la mujer que no comprenda que puede hacer de él su súbdito, su esclavo, inclusive el juguete de sus pasiones, para reirse de él traicionándolo, esa mujer es una estúpida.
- Sus principios, mi querida... -exclamé completamente desarmado.
- Mis principios se basan en una experiencia de milenios -me respondió la señora con desdén, mientras sus dedos blancos jugaban con el pelaje oscuro que la recubría- y cuanto más entregada se muestre la mujer, tanto más rápido el hombre se pondrá serio y dominador. Por el contrario, cuanto más febrilmente ella juegue con él, cuanta menos piedad le haga sentir, tanto más lubricidad se despertará en el alma masculina. Sólo así él habrá de amarla y adorarla. Así sucedió en todos los tiempos, desde Elena a Dalila, desde Catalina II a Lola Montez.
-No puedo negarlo -le dije-. No existe para el hombre nada que lo excite más que la imagen de una bella mujer despótica en toda su sensualidad y crueldad, que vaya cambiando de favoritos de modo arrogante y según el capricho más arbitrario...

Leopold Von Sacher- Masoch

La dama del alba. Acto segundo (fragmento)

ABUELO.- No me fío de ti. Si fueras leal no entrarías disfrazada en las casas, para meterte en las habitaciones tristes a la hora del alba.
PEREGRINA.- ¿Y quién te ha dicho que necesito entrar? Yo siempre estoy dentro, mirándolos crecer día a día desde detrás de los espejos.
ABUELO.- No puedes negar tus instintos. Eres traidora y cruel.
PEREGRINA.- Cuando los hombres me empujáis unos contra otros, sí. Pero cuando me dejáis llegar por mi propio paso... ¡cuánta ternura al desatar los nudos últimos! ¡Y qué sonrisas de paz en el filo de la madrugada!
ABUELO.- ¡Calla! Tienes dulce la voz, y es peligroso escucharte.
PEREGRINA.- No os entiendo. Si os oigo quejaros siempre de la vida, ¿por qué os da tanto miedo dejarla? 
ABUELO.- No es por lo que dejamos aquí. Es porque no sabemos lo que hay al otro lado.
PEREGRINA.- Lo mismo ocurre cuando el viaje es al revés. Por eso lloran los niños al nacer.
ABUELO (Inquieto nuevamente.) - ¡Otra vez los niños! Piensas demasiado en ellos...
PEREGRINA.- Tengo nombre de mujer. Y si alguna vez les hago daño no es porque quiera hacérselo. Es un amor que no aprendió a expresarse... ¡Que quizás no aprenda  nunca! (Baja a un tono de confidencia íntima.) Escucha, abuelo. ¿Tú conoces a Nalón el Viejo?
ABUELO.- ¿El ciego que canta romances en las ferias?
PEREGRINA.- El mismo. Cuando era un niño tenía la mirada más hermosa que se vio en la tierra; una tentación azul que me atraía desde lejos. Un día no pude resistir... y lo besé en los ojos.
ABUELO.- Ahora toca la guitarra y pide limosna en las romerías con su lazarillo y su plato de estaño.
PEREGRINA.- ¡Pero yo sigo queriéndole como entonces! Y algún día he de pagarle con dos estrellas todo el daño que mi amor le hizo.
ABUELO.- Basta. No pretendas envolverme con palabras. Por hermosa que quieras presentarte yo sé que eres la mala yerba en el trigo y el muérdago en el árbol. ¡Sal de mi casa! No estaré tranquilo hasta que te vea lejos.
PEREGRINA.- Me extraña de ti. Bien está que me imaginen odiosa los cobardes. Pero tú perteneces a un pueblo que ha sabido siempre mirarme de frente. Vuestros poetas me cantaron como a una novia. Vuestros místicos, como a una redención. Y el más grande de vuestros sabios me llamó "libertad". Yo misma se lo oí decir a sus discípulos, mientras se desangraba en el agua del baño: "¿Quieres saber dónde está la verdadera libertad? ¡Todas las venas de tu cuerpo pueden conducirte a ella!"
ABUELO.- Yo no he leído libros. Solo sé de ti lo que saben el perro y el caballo.
PEREGRINA. (Con profunda emoción de queja) - Entonces, ¿por qué me condenas sin conocerme bien? ¿Por qué no haces un pequeño esfuerzo para comprenderme? (Soñadora) También yo quisiera adornarme con rosas como las campesinas, vivir entre niños felices y tener un hombre hermoso a quien amar. Pero cuando voy a cortar las rosas todo el jardín se me hiela. Cuando los niños juegan conmigo, tengo que volver la cabeza por miedo a que se me queden fríos al tocarlos. Y en cuanto a los hombres, ¿de qué me sirve que los más hermosos me busquen a caballo, si al besarlos siento que sus brazos inútiles me resbalan sin fuerza en la cintura? (Desesperada.) ¿Comprendes ahora lo amargo de mi destino? Presenciar todos los dolores sin poder llorar... Tener todos los sentimientos de una mujer sin poder usar ninguno... ¡Y estar condenada a matar siempre, siempre, sin poder nunca morir!

Alejandro Casona.

Wisdom of the kings


Holy dragons keepers of time
ride brave the blue skies and spell my eyes
fly beyond these hills ride on the wind
the wisdom of the kings

domingo, 4 de diciembre de 2011

Los árboles mueren de pie (fragmento)

ISABEL.- Parece increíble, ¿verdad? Y sin embargo esa es la gran lección que he aprendido aquí. Mi cuarto era estrecho y pobre, pero no hacía falta más; era mi talla. En el invierno entraba el frío por los cristales, pero era un frío limpio, ceñido a mí como un vestido de casa. Tampoco había rosas en la ventana; solo unos geranios cubiertos de polvo. Pero todo a medida, y todo mío; mi pobreza, mi frío, mis geranios.
MAURICIO.- ¿Y es a aquella miseria a donde quieres volver? No lo harás.
ISABEL.- ¿Quién va a impedírmelo? 
MAURICIO.- Yo.
ISABEL.- ¿Tú? Escucha, ahora ya no hay maestro ni discípula; vamos a hablarnos por primera vez de igual a igual, y voy a contarte mi historia como si no fuera mía para que la veas más clara. Un día la muchacha sola fue sacada de su mundo y llevada a otro maravilloso. Todo lo que  no había tenido nunca se le dio de repente: una familia, una casa con árboles, un amor de recién casada. Solo se trataba, naturalmente, de representar una farsa, pero ella "no sabía medir" y se entregó demasiado. Lo que debía ser un escenario se convirtió en su casa verdadera. Cuando decía "abuela" no era una palabra recitada, era un grito que le venía de dentro y desde lejos. Hasta cuando el falso marido la besaba le temblaban las gracias en los pulsos. Siete días duró el sueño, y aquí tienes el resultado: ahora ya sé que mi soledad va a ser más difícil, y mis geranios más pobres y mi frío más frío. Pero son mi única verdad, y no quiero volver a soñar nunca por no tener que despertar otra vez. Perdóname si te parezco injusta.
MAURICIO.- Solamente en una parte. ¿Por qué te empeñas en pensar que esa historia es la tuya sola? ¿No puede ser la de los dos?
ISABEL.- ¿Qué quieres decir?
MAURICIO.- Que también yo he necesitado esta casa para descubrir mi verdad. Ayer no había aprendido aún de qué color son tus ojos. ¿Quieres que te diga ahora cómo son a cada hora del día, y cómo cambian de luz cuando abres la ventana y cuando miras el fuego, y cuando yo llego y cuando yo me voy?
ISABEL.- ¡Mauricio!
MAURICIO.- Siete noches te he sentido dormir a traves de mi puerta. No eras mía, pero me gustaba oírte respirar bajo el mismo techo. Tu aliento se me fue haciendo costumbre, y ahora lo único que sé que es que ya no podría vivir sin él; lo necesito junto a mí y para siempre, contra mi propia almohada. En tu casa o en la mía, ¡qué importa! Cualquiera de las dos puede ser la nuestra. Elige tú.

Alejandro Casona.

Mi alma es un vampiro grueso, granate, aterciopelado...

Mi alma es un vampiro grueso, granate, aterciopelado. Se
alimenta de muchas especies y de sólo una. Las busca en la
noche, la encuentra, y se la bebe, gota a gota, rubí por rubí.
Mi alma tiene miedo y tiene audacia. Es una muñeca grande,
con rizos, vestido celeste.
Un picaflor le trabaja el sexo.
Ella brama y llora.
Y el pájaro no se detiene.

Marosa Di Giorgio.

sábado, 3 de diciembre de 2011

Excesos (fragmento)

Las primeras historias de Claudia formaban parte de su infancia. En una soy su padre, y la seduzco en el patio de su casa. La pequeña, sentada en mis rodillas, juega distraída con mi llavero mientras mi mano, bajo su vestido de organdí, acaricia sus muslos rollizos y tibios.  ("Basta, papi, o se lo cuento a mamá.") En otra me convierto en un jardinero italiano. Claudia baja inocentemente de su bicicleta y me pide una flor ("Señor, ¿me regalaría esa rosa para la maestra?"): la llevo engañada al invernadero y la violo sobre el piso de tierra que huele a musgo, a humedad. En otra, soy un ovejero alemán; Claudia, imprudentemente, me rasca la barriga; en vano implora: "San Roque bendito, líbrame de este perro".
Agotadas las historias infantiles, Claudia siguió con un ciclo de episodios cinematográficos. No me costó demasiado identificar a los actores que la amaban: eran protagonistas de películas que habíamos visto en los tiempos de nuestro noviazgo. Sin embargo, tardé  en comprender que cuando Claudia repetía con fervor "mi monito adorado", se debatía bajo el peso de Tarzán, papel que asumí a la perfección, con golpes en mi pecho y bramidos.
(...)
Desde hace algunas noches, las historias me proponen papeles a menudo escabrosos. En una, soy un marinero: Claudia, que trabaja en un prostíbulo, me ofrece por una módica suma, al margen de la tarifa, un goce aberrante que acepto a pesar del temor que me inspiran sus dientes afilados. ("No precisás quitártelo, Negro. Bajate sólo el cierre.") Con un látigo en la mano, soy también el rufián que la explota y que ella ama devotamente ("¿Te parece poco? Es todo lo que tengo, te lo juro"). Millonario exquisito, me acuesto al mismo tiempo con ella y su amiga lesbiana ("Acostate conmigo, hermanita, que el gringo paga bien").

En Así es mamá, Juan José Hernández, 1996.

La fornicación es un pájaro lúgubre (fragmento)

-Cerrate ese tapado. Venus de las pieles.
-Te gusta, es mío -informa con impávida falsedad Agustina y Bender la mira-. Mentís, trompeta -dice Agustina, bajando los ojos-. Adónde me llevás -preguntó después.
Entonces Bender se lo dijo, estaba enojado y se lo dijo con brutalidad. No le dijo adónde sino a qué. Empleó una palabra fea, un vulgarismo. Tal vez debió decir a hacer el amor, no esa palabrota.
Agustina estaba encantada.
-¡Surprise! -dijo-. ¿Otra vez?
Bender la miró con ojos de loco.
-Pero antes -dijo Bender- te llevo al cine. Siempre jodiste con que te llevara al cine -no sé por qué estoy hablando con ferocidad, pensó Bender, yo no soy así, yo soy más bien un melancólico-. Y después del cine te llevo a comer a algún lugar exótico, carísimo, con cíngaros y bayaderas y turcas con el ombligo al aire que bailen la danza del vientre -me enloquecí, pensó Bender.
-¡Fa! -dijo Agustina.
-Y a caminar. También a caminar por parques húmedos.
-Qué hermoso. Y después de eso me abandonás. O te suicidás. Te lo veo en la cara.
-Qué, cómo.
-Que quiero ir a ver  una prohibida para menores de dieciocho.
Y Bender tuvo una revelación. O dos.
La primera no fue, strictu sensu, una revelación auténtica: fue una constatación. Siempre lo sospeché. Las mujeres saben todo acerca de todo. Cumplen once años y ya está. Colegiala que pese más de treinta y cinco kilos, trae, en su carterita, un biberón y un mejoralito para Bender. Debido a que soy huérfano. El desamparo se nota. La soledad es como un resplandor. Enfermera, pitonisa, madre y puta son funciones litúrgicas de la mujer. Por eso se me pegan estas yeguas. Practican conmigo. Y yo me voy a morir lejos del Paraíso. Sin confesión y sin Dios. Y seguramente sin pilila. Crucificado a mis penas como abrazado a un rencor. Nada de lo cual fue la verdadera revelación. La revelación fue cuando Bender oyó que Agustina quería ver una película chancha. La miró y se quedó mirándola. La miró con helados ojos repentinamente grises, dos pequeñas y frías monedas de níquel, qué cosa escalofriante. Bajo su negro paraguas, Bender miró a Agustina desde Transilvania. Y ahora habla secamente. La está corrompiendo, la seduce, ha empezado a violarla hasta el más remoto sarampión, hasta el último vestigio de Quacker Oats.
- No querés nada de eso -dijo-. Lo que Agustina quiere es ir a ver el festival de Tom y Jerry. Y que lo aproveche bien, que se ría hasta hacerse pipí de felicidad. Carpe diem. Porque nunca en su vida volverá a ver un dibujo animado con los mismos ojos.

En Las maquinarias de la noche, Abelardo Castillo, 1992.

viernes, 2 de diciembre de 2011

5. Algunos casos de sadismo (fragmento)

En el sadismo se incluyen también las excitaciones producidas por los defectos corporales. A una persona normal, esto puede antojársele una aberración incomprensible, puesto que siempre ha sido y es la belleza la que suscita el amor y los deseos de la carne. Pero son mucho más frecuentes de lo que se cree los casos de hombres y mujeres que sienten una atracción especial por los defectos físicos. Hay un viejo refrán muy conocido que se refiere a las cojas, como seres especialmente conformados para producir un verdadero placer sexual; y sabido es que los tipos de gigantes o de personas con miembros desproporcionados cuentan infinidad de admiradores y admiradoras. La leyenda de los orangutanes, a cuyas caricias se dice que algunas mujeres célebres se entregaron, no tiene otro origen que ese. Entre los personajes más conocidos -por no citar más que este- figura, en ese aspecto, Baudelaire, el poeta que tantas admiraciones despertó en su tiempo y sigue despertando en nuestros días. Baudelaire tuvo relaciones, como es sabido, con mujeres de horrible fealdad y con gigantas. Y aún se cuenta que un día expresó el deseo, ante una mujer bonita, de colgarla por los brazos y besarle en esa postura los pies - lo que denotaría ya otra clase de sadismo.

En El Marqués de Sade, Eugene Duehren, 1947.



En busca desesperada de más y más literatura para saciar mis deseos.
¿Qué se sentirá al recibir un ramo de flores? ¿Y una caja de bombones? ¿Y el famoso gesto del hombre arrodillado entregándote un anillo como símbolo de su amor?
¿Por qué será que no entiendo nada de todo eso? ¿Por qué será que pienso que todas esas son nimiedades, que el amor es energía que traspasa cualquiera de esas expresiones materiales? ¿Acaso alguna de todas esas cosas es necesaria? ¿Por qué esa necesidad de exhibir lo que uno siente o lo que el otro siente como si fuera un trofeo?
¿Y esa otra maldita necesidad de querer cambiar al otro? (De querer cambiarlo para que se parezca a uno). ¿Para qué? ¿No es absolutamente aburrido? ¿Y si nos aceptásemos en nuestras diferencias, entendiendo que en la diferencia, y no en lo semejante, está lo maravilloso? Entender que descubrir y aceptar la diferencia en el otro, es descubrirse y aceptar la diferencia en uno/a mismo/a.