El sol era ardiente, el calor les hizo sentir sed. Enviaron a una joven doncella en busca de una bebida. La muchacha acudió a Brangel que dormitaba tumbada sobre una estera. La doncella se incorporó perezosamente, tomó una copa de oro, bajó al pañol donde a tientas llenó la copa de una redoma que estaba junto a tantas otras que guardaban los mejores vinos de Irlanda. Luego subió al pabellón de las damas y lo presentó a Tristán quien de un sorbo vació la mitad y ofreció el resto a Iseo. La bebida era clara como vino y les pareció buena y suave.
Al instante se miraron extrañados. Parecía como si el vino al extenderse por sus venas mudase a sus corazones y pensamientos. La emoción y el temor asomaron al rostro de Iseo y disiparon su rencor. El amor, tormento del mundo, los sometía y los sojuzgaba. Brangel los observa. Una terrible duda la asalta. ¡Dios! ¡Si se hubiera equivocado de recipiente! Baja presurosa al pañol y decubre la redoma del brebaje de amor que la reina le había confiado casi vacía. "¡Desdichada!, se dice. ¡Mal cumplí el mandato de mi señora! ¡En mala hora nací y en mal día embarqué en esta nave fatídica! Iseo, amiga, y tú Tristán, noble caballero, ¡habéis bebido vuestra perdición y vuestra muerte! ¡No fue vino, ni celia, ni cerveza lo que tomasteis sino la bebida encantada que la reina de Irlanda había preparado para las bodas del rey Marcos! ¡Por mi desidia bebisteis la pasión y la muerte!"
De esta manera Tristán e Iseo, por un error de la fiel Brangel. tomaron en el mar, la víspera de San Juan, el brebaje fatal que tantas penas y alegrías les había de acarrear y entraron en la rota que nunca podrían abandonar. La bebida les pareció suave y dulce. ¡Nunca dulzura fue pagada a tan alto precio!
En Tristán e Iseo, Anónimo (Francia, período 1160-1190, aprox.).
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