TUYA ES LA SOLEDAD A MEDIANOCHE
TUYOS LOS ANIMALES SABIOS QUE PUEBLAN TU SUEÑO
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TUYO EL AMOR Y SU SONIDO A VIENTO ROTO

sábado, 3 de diciembre de 2011

Excesos (fragmento)

Las primeras historias de Claudia formaban parte de su infancia. En una soy su padre, y la seduzco en el patio de su casa. La pequeña, sentada en mis rodillas, juega distraída con mi llavero mientras mi mano, bajo su vestido de organdí, acaricia sus muslos rollizos y tibios.  ("Basta, papi, o se lo cuento a mamá.") En otra me convierto en un jardinero italiano. Claudia baja inocentemente de su bicicleta y me pide una flor ("Señor, ¿me regalaría esa rosa para la maestra?"): la llevo engañada al invernadero y la violo sobre el piso de tierra que huele a musgo, a humedad. En otra, soy un ovejero alemán; Claudia, imprudentemente, me rasca la barriga; en vano implora: "San Roque bendito, líbrame de este perro".
Agotadas las historias infantiles, Claudia siguió con un ciclo de episodios cinematográficos. No me costó demasiado identificar a los actores que la amaban: eran protagonistas de películas que habíamos visto en los tiempos de nuestro noviazgo. Sin embargo, tardé  en comprender que cuando Claudia repetía con fervor "mi monito adorado", se debatía bajo el peso de Tarzán, papel que asumí a la perfección, con golpes en mi pecho y bramidos.
(...)
Desde hace algunas noches, las historias me proponen papeles a menudo escabrosos. En una, soy un marinero: Claudia, que trabaja en un prostíbulo, me ofrece por una módica suma, al margen de la tarifa, un goce aberrante que acepto a pesar del temor que me inspiran sus dientes afilados. ("No precisás quitártelo, Negro. Bajate sólo el cierre.") Con un látigo en la mano, soy también el rufián que la explota y que ella ama devotamente ("¿Te parece poco? Es todo lo que tengo, te lo juro"). Millonario exquisito, me acuesto al mismo tiempo con ella y su amiga lesbiana ("Acostate conmigo, hermanita, que el gringo paga bien").

En Así es mamá, Juan José Hernández, 1996.

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